Ha sido un miércoles histórico para el futbol mexicano: su equipo más querido gana un título internacional después de 56 años y l a Asociación de Jugadores avanza con pasos firmes.
En futbol, el final fue perfecto: lleno de drama, angustia, nerviosismo, pero también compañerismo, lealtad, amor propio, combatividad y orgullo. Fue maravilloso, a pesar de la presencia de directivos en el festejo.
Un equipo que buscó permanentemente la victoria, a pesar de ir abajo en el marcador y que fue impulsado por el deseo de triunfo, más allá del temor a la derrota. Un cierre brillante, contrario a la historia con extraordinaria ejecución en los penaltis manejando las pulsaciones de forma soberbia.
La reunión de jugadores y cuerpo técnico en pleno festejo habla de la gran comunión que existe, a pesar de las muy malas que ha vivido este equipo en el último año, y por si fuera poco, el enorme detalle para dejar que fuera Miguel Basulto ( quien perdió a su padre recientemente), quien elevara la Copa al cielo.
Cinco trofeos de siete disponibles dice bastante de la gestión de Matías Almeyda, pero también de su grupo.
En la mesa de negociaciones también parece haber una victoria, aunque no exista trofeo de por medio, y valga esto para establecer que a pesar de ser un gran día para el futbol mexicano, aún hay tareas por hacer:
1. Que la directiva de Chivas se ponga a la altura y finalmente pague lo que debe.
2. Que los dueños y directivos cumplan cabalmente con lo que acordaron. Al final estamos hablando de un nuevo pacto que en verdad sí es de caballeros, ese que obliga a cumplir lo que uno acuerda.
Que venga entonces el nuevo Pacto de Caballeros: que pague Chivas y los dueños cumplan.