Miguel Alemán Velasco

La UNAM; nuestro futuro requiere invertir para progresar

03/08/2018 |00:51
Redacción El Universal
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Hoy, México piensa en su futuro. Es pertinente definir el proyecto de nación que todos aspiramos con un horizonte de largo plazo, que rebase los tiempos políticos, para consolidar una visión de país con instituciones, leyes y ciudadanos comprometidos y dispuestos a aportar lo mejor de cada quien en favor de las grandes metas nacionales de viabilidad económica, sustentabilidad ambiental y gobernabilidad institucional.

Este tiempo de reflexión respecto al futuro que deseamos para nuestro país es también momento para diseñar las tareas y los proyectos de largo alcance que puedan ampliar las oportunidades a las próximas generaciones.

Es pues, el momento de pensar en la misión que tiene México como nación y la forma como la UNAM representa un punto de apoyo para impulsar al país a una nueva etapa de progreso, con innovación.

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En la UNAM se forma talento, se desarrollan conocimientos, se avanza en la innovación científica, así como en las teorías y formas de comprensión de los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales de nuestro tiempo. Es un trabajo intenso que desarrollan profesores, investigadores y alumnos con una meta común: el avance de México y el beneficio a la sociedad.

La tarea de nuestra Máxima Casa de Estudios, que apoya la investigación en ciencias exactas y ciencias sociales, humanidades, artes y cultura, es precisamente la mejor manera para abrir las puertas de la innovación para hacer de México una nación más próspera y equitativa.

Las más nobles responsabilidades de la UNAM se funden en las tareas de preservar el valor de nuestra cultura y promover el avance del conocimiento para contribuir a preparar profesionalmente a las próximas generaciones a superar los retos de nuestro país.

En un análisis retrospectivo, es evidente la gran aportación que la UNAM ha hecho a nuestro país al canalizar la mejor inversión hacia la formación de profesionistas de alta calidad.

La educación universitaria requiere continua revisión, permanente mejora y creciente exigencia de calidad, tanto para la planta docente, como para todo el alumnado. Esta tarea requiere de un proceso permanente de inversión para mantener los niveles de conocimiento al nivel de los avances internacionales.

El escenario de la innovación científica y el desarrollo tecnológico es apasionante. La velocidad con la que los nuevos descubrimientos de la ciencia abren nuevos horizontes que anticipan el desarrollo de nuevas profesiones.

Para ello, la educación universitaria como punto de partida de las innovaciones científicas y las aplicaciones tecnológicas requiere de una nueva visión de todos los campos de estudio, del diseño del nuevo salón de clases y las aulas virtuales, para definir las características jurídicas, éticas, sociales y políticas de las repercusiones de un nuevo modelo productivo y de forma de vida, estructurada en instrumentos y servicios prediseñados y programados para su autonomía, decisión y operación con bajo nivel de supervisión humana.

Estamos transitando de la ciencia ficción a la ciencia real y funcionalista. Los conceptos que se van haciendo realidad como robotización, nanotecnología, bioética, inteligencia artificial, diseño de algoritmos o desarrollo de tejidos sintéticos, modificación genética en alimentos, laparoscopía robótica, reciclaje integral, así como restauración y preservación ambiental extrema, son sólo algunos de los nuevos campos de la ciencia que requieren nuevos y más ambiciosos programas académicos, laboratorios, equipos y especialistas. Ello definirá también nuevos parámetros de competitividad y progreso económico entre naciones.

De igual manera, la búsqueda de nuevas teorías de comportamiento social y de ideologías políticas aplicables a nuestro tiempo requieren de una reflexión amplia para la modernización de las ciencias sociales que permita satisfacer las incógnitas que generan los nuevos modelos de gobernabilidad democrática, organización social, decisiones de convivencia, el concepto de familia, hábitat y los alcances de un proyecto ciudadano que haga compatible la preservación de valores, identidad, lengua y cultura, con el modo de vida global y los nuevos sistemas de productividad laboral futura.

La revolución de la inteligencia artificial incidirá en el papel del Estado moderno como institución encargada de proveer las condiciones de convivencia pacífica, democrática y jurídicamente justa en un pueblo determinado.

Estamos pues en la gran transición del modelo de conocimiento, donde el alumno, más allá de partir de un modelo de conocimientos sistemáticamente adquiridos y metódicamente organizados, deberá ser cada día más eficiente para crear, innovar, descubrir, conceptualizar y redefinir su entorno con el talento de la deducción, intuición, emoción y asociación humanas que aún la inteligencia artificial no ha logrado alcanzar.

En la próxima década, el impacto de estos avances será irreversible. Sus impactos serán benéficos en cuanto a modernización, y disruptivos en sus efectos sociales y laborales. De ahí la importancia que México invierta desde hoy en las fuentes de conocimiento que permitan alcanzar mejores niveles de vida y condiciones de convivencia social armónica.

Los sistemas personalizados de aprendizaje obligarán a las universidades a ser fuentes de conocimientos consultables a distancia y bajo demanda de la disponibilidad de tiempo del alumno. Ello también requiere una renovación integral de equipos y materiales de laboratorio, así como un entrenamiento docente para aplicar los métodos pedagógicos necesarios en la era digital.

El capital educativo de una universidad estará en el talento de su claustro académico y en la aplicación de plataformas digitales para que la diversidad y modernidad de los programas académicos, los sistemas interactivos de autoaprendizaje y autoevaluación, así como archivos, videos y documentos, sean consultables en tiempo real.

En la reinvención del proceso cognoscitivo está la innovación de pensar en aquello que sea audaz, atrevido y quizá impensable. La universidad dejará de ser una fábrica de profesionistas estandarizados para transformarse en un espacio de desarrollo de talento innovador.

Los escenarios futuros indican que la velocidad de las transformaciones científicas y sociales será más ágil en los próximos años. De ahí la importancia de que la UNAM cuente con los recursos suficientes para hacer frente a una de las más grandes evoluciones del conocimiento, la información y la sistematización de procesos, que no son privativos de las ciencias duras y que habrán de tener efectos notables en el resto de la sociedad.

En este proceso, las necesidades de la universidad deben de ser complementadas tanto en recursos adicionales provenientes de las aportaciones generosas que se obtienen por medio de la Fundación UNAM, como por los convenios de colaboración con empresas y entidades que recurren a las aulas del saber para elaborar proyectos conjuntos de modernización empresarial, mejora continua y eficiencia de entidades públicas y organizaciones y colectivos de la sociedad civil organizada.

La Fundación UNAM requiere de todos; necesita que los egresados de nuestra Máxima Casa de Estudios reconozcan el valor de la gratitud y la generosidad para que, en la medida de las capacidades de cada quien, aceptemos el compromiso permanente de aportar donativos para consolidar sus requerimientos financieros en favor de las nuevas generaciones.

Para ello, en la Fundación UNAM hacemos la convocatoria a toda la sociedad, para promover una cultura filantrópica de alcance nacional, y poder así retribuir en alguna forma los grandes beneficios que nuestra Máxima Casa de Estudios aporta al progreso del país.

Es momento de invertir en el futuro de México, y la inversión en educación es la decisión de más alta rentabilidad social, que garantiza el progreso integral y la viabilidad futura de una nación.

Presidente de la Fundación Miguel Alemán, A.C.