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“Para presidir la Comisión de Cultura no se necesita ser Sócrates ni intelectual ”, fueron las palabras del diputado Sergio Mayer que desataron la polémica en estos últimos días.
La frase anterior fue utilizada por miles de personas en redes sociales para mofarse del actor, sin embargo considero que es importante analizar el fondo y lo preocupante de la misma.
Deberíamos comenzar por dejar algo en claro (por mucho que nos cueste aceptarlo ), lo que mencionó Mayer, es la verdad.
Lo anterior tiene sus orígenes en la mercantilización de los políticos como productos, y en la desprofesionalización de la política misma, que nos permite observar una transición de los politicos tradicionales, a los personajes que jamás imaginaríamos.
Esto no es nuevo, basta con recordar la producción televisiva detrás de la campaña de Enrique Peña Nieto , vendiéndonos una novela consumada con el matrimonio con la actriz y hoy primera dama, Angélica Rivera “La Gaviota” , que conquistó el corazón de millones de mexicanos para ganar las elecciones .
Apenas en el 2015 cuando nos enteramos que la actriz Carmen Salinas sería diputada federal plurinominal abanderando al PRI, se generó un escándalo al cuestionarse la capacidad legislativa de Salinas y posteriormente su pobre desempeño en San Lázaro.
Es importante mencionar que tanto Angélica Rivera como Carmen Salinas, ocuparon sus puestos al frente del DIF y como legisladora respectivamente, sin necesidad del respaldo popular, lo preocupante fueron las figuras que aparecieron después, que sí obtuvieron sus puestos mediante una elección.
Al ver esta situación nos preguntamos: ¿es acaso el hartazgo colectivo una justificación válida para elegir a personajes con el mínimo de preparación para su encargo?
Esta disyuntiva nació después del sorprendente triunfo de Cuauhtémoc Blanco como alcalde de Cuernavaca en 2015, y que tres años más tarde, se convirtió en gobernador electo del estado de Morelos; un futbolista que aprovechó su fama y la coyuntura social para ingresar a escaños de poder.
En los más recientes comicios fuimos testigo de la participación de ex presidiarios, cantantes y reinas de belleza, que se sumaron a la lista de la llamada “renovación política”, y cobijados con la imagen del político más querido del país, lograron ganar sin mayores complicaciones, aprovechando el voto en cascada que los mexicanos ejercieron en julio pasado.
En conclusión, por más polémica que se haya desatado por las declaraciones del legislador de Morena, podemos resumir que: Sergio Mayer es solo la muestra del sistema político que tenemos.
El debate no debería ser la capacidad o no para presidir dicha comisión, ni siquiera lo ridículo de sus tuits o videos, el tema de fondo debe ser: ¿cómo él y demás impresentables llegaron ahí?
Es verdad que en nuestro país, la normatividad electoral no exige ningún tipo de preparación para asumir cargos de elección popular, además que algunas personas proliferan la falacia de que: “si con políticos preparados nos ha ido mal, debemos darle oportunidad a personas distintas, aunque no tengan la menor idea de lo que hacen”.
Es justamente esa idea, una de las múltiples causantes de una pésima camada de gobernantes.
El exigir una mejor preparación no asegura (de ninguna manera) un óptimo desempeño en los cargos públicos, pero sí, como en cualquier otra profesión , reduce la probabilidad de fracasar.
Recordemos que la preparación y formación política debe ir siempre arropada como un binomio perfecto, de los valores más importantes como la honestidad y la tolerancia, que les permitan ejercer su cargo con la pluralidad necesaria y siempre en busca del bien común.
No pretendo defender a la clase política tradicional que claramente con su corrupción alejó a los ciudadanos de ella, pero es conveniente reflexionar las opciones que se eligen para remplazarlos. La exigencia en la calidad de nuestros servidores debe nacer de la sociedad misma, pues si no lo hacemos, estaremos condenados a reirnos constantemente de ellos, aunque en el fondo los culpables, seamos nosotros.
Twitter: mike_delgadillo