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En el año 2014, el entonces Primer Ministro de Reino Unido pronunció un discurso en el Foro Económico Mundial a favor de la “globalización a la inversa” que fortaleciera el tejido industrial poniendo en primer lugar al empleo. A cinco años de su pronunciamiento y a menos de cinco días de una abrupta salida del Reino Unido de la Unión Europea, en tiempos del constante debate sobre los efectos de la globalización, es oportuno reflexionar y atender la posición de México ante este fenómeno y definir cuál es el rumbo de nuestra estrategia de integración comercial y el futuro de nuestra industria.
En 2008, Consultores Internacionales, S.C. acuñó el término retroglobalización para referirse a un proceso de apertura económica mediante un mercado administrado; es decir, un intercambio más libre y justo en el que se determinan barreras arancelarias en un marco de libertad de acción económica mediante el uso eficiente de los recursos. En este proceso de retroglobalización, el empleo es pieza clave, por lo que el fortalecimiento de las cadenas productivas debe orientarse a la mayor cualificación del empleo.
En México, la globalización expresada en comercio exterior ha sido contundente y el ingreso al TLCAN fue punto de partida. Según Inegi, mientras que en 1993 nuestro comercio global (exportaciones más importaciones) ascendió a 117 mil 252 millones de dólares (mdd), para 2018 fue de 914 mil 849 mdd; esto es un crecimiento de 7.8 veces en 25 años. Sin embargo, en un cuarto de siglo existen claroscuros en los cuales, entre los sectores ganadores puede mencionarse a la industria automotriz.
Durante 2018, la industria automotriz mexicana ocupó el sexto lugar mundial como productor de 4.1 millones de vehículos (séptimo en ligeros y sexto en pesados) y quinto en autopartes. De acuerdo con la ENOE de Inegi, entre 2005 y 2018, la ocupación pasó de 519 mil a un millón 209 mil personas ocupadas (tasa media anual de 6.8%). No obstante, más que su expansión laboral, destaca su nivel de profesionalización. En dicho periodo, las personas ocupadas con estudios de nivel medio superior y profesional pasaron de 26.4% a 39.1%, disminuyendo los de primaria completa de 20.3% a 10%. En concordancia, las personas ocupadas con mayores niveles de ingreso también crecieron.
Alcanzar mayor desarrollo económico y mejorar los niveles de bienestar en las personas se explican por una distribución del ingreso más equitativa y ésta solo se concibe a través de la profesionalización del empleo, una mayor productividad (con mejores condiciones salariales) y en una articulación productiva más eficiente. El camino para lograrlo no se encuentra en el neoproteccionismo y tampoco en la apertura comercial a ultranza.
Esto significa que México debe aprovechar la globalización para integrarse a las cadenas de valor agregado internacional, desarrollar su competitividad y generar empleos productivos dentro de su economía. Para un país, de nada sirve comprar barato a costa de convertir nuestras fábricas en almacenes y en tiendas de mercancías importadas y perder empleos ante la quiebra de empresas locales.
De cara a 2020, México está apostando por una nueva configuración del comercio exterior explicada por la entrada en vigor del T-MEC, el naciente CPTPP, la modernización del TLCUEM y la maduración de la Alianza del Pacífico. No obstante, el escenario futuro se vislumbra muy distinto al de 20 años atrás, caracterizado por la irrupción asiática, no exclusiva de China, el cambio climático, los cambios en la dinámica demográfica, la mayor diversidad en las preferencias y hábitos del consumidor y el acelerado rediseño de los productos motivado por los cambios tecnológicos.
En resumen, la retroglobalización está más vigente que nunca y demanda que sectores público, privado y académico analicen el modo de desarrollar industrias más resilientes al cambio sustentadas en cadenas productivas mejor articuladas que generen mayor valor agregado con superiores niveles de empleo.
Ante el contexto externo y la redefinición de una política industrial y laboral en México, los definidores de política pública deben considerar una retroglobalización que incluya una estrategia de integración de largo plazo mediante acuerdos internacionales de tercera generación que permitan procesos de cooperación internacional, de inversión para mejorar la competitividad, de articulación de cadenas de valor con contenido nacional y del uso de las capacidades locales para hacer crecer el empleo, la inversión y las competencias en nuestro país.