Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo se están jugando su futuro político y el de México con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Ambos funcionarios mueven sus fichas en Washington para tratar de lograr un buen acuerdo antes de que todo se eche perder. Sin embargo, el secretario de Relaciones Exteriores y el de Economía chocan frecuentemente, pues tienen visiones diferentes sobre cómo negociar con el gabinete de Donald Trump.
Videgaray se ha ganado la confianza y amistad del yerno de Trump, Jared Kushner, quien, como el canciller mexicano, se encarga de negociar los asuntos políticos, mientras que Robert Lighthizer, su representante comercial, los técnicos. Videgaray considera que llegar a un acuerdo inicial en los próximos días es crucial para México. Cree que sería una válvula de escape para los mercados y una señal de certeza para los inversionistas ante el probable triunfo de Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio. El problema del canciller es que, como lo demostró cuando fue secretario de Hacienda, le importa muy poco lo que piensen los empresarios y está dispuesto a ceder en temas como la regla de origen en el sector automotriz, lo cual sí podría matar la “gallina de los huevos de oro”.
Guajardo, por su parte, ha mantenido firme su postura: “México no va a ceder a presiones políticas”. “Es mejor no tener acuerdo que firmar uno que no favorezca al país”. El secretario de Economía está consciente de que los tiempos electorales se han impuesto a las negociaciones técnicas y prueba de ello es la gran injerencia que tienen Videgaray y Kushner en las reuniones, pero se rehúsa a ser recordado como el secretario que firmó verdaderamente el “peor tratado de la historia”, como califica Trump al actual acuerdo.
Las declaraciones recientes de ambos funcionarios dan muestra de sus puntos de vista encontrados. Guajardo dijo el viernes que no sacrificarían balance y calidad por tiempo. En contraste, Videgaray urgió la semana pasada a llegar a un acuerdo, pues las decisiones que se tomen definirán el futuro de México y Estados Unidos en las siguientes décadas. Días antes, el canciller expuso que estaban razonablemente cerca de alcanzar un acuerdo en la renegociación del TLCAN.
El líder de la Cámara baja de Estados Unidos, Paul Ryan, fijó el 17 de mayo como límite para notificar un nuevo acuerdo comercial del TLCAN al actual Congreso para que tenga oportunidad de aprobarlo.
A Donald Trump le urge llegar a un acuerdo esta semana antes de que venza el procedimiento especial llamado Trade Promotion Authority, el cual le permite negociar acuerdos comerciales con la venia del Poder Legislativo, y antes de que los republicanos pierdan la mayoría en el Congreso en las elecciones de noviembre. El trabajo de Kushner es intentar que México flexibilice más su postura en temas como el de la regla de origen automotriz para que Trump pueda presentar el nuevo tratado como un triunfo. Luis Videgaray es el salvoconducto para lograr esa encomienda.
Este fin de semana, en una editorial publicada en el diario The Wall Street Journal, el senador republicano Pat Toomey prometió oponerse a los “esfuerzos” del presidente Trump de renegociar o retirarse del TLCAN, pese a que reconoció que esta última opción debilitaría su economía. “El desastre real sería un enfrentamiento entre el Congreso y el presidente”, expuso el congresista.
No obstante, una encuesta publicada en días recientes reveló que 72% de los congresistas republicanos apoyan al presidente Trump en la renegociación del TLCAN, mientras que sólo 35% de los demócratas y 43% de los independientes lo respaldan.
Estos números dejan ver que con los demócratas será más que difícil lograr un nuevo acuerdo, por lo que el presidente Trump busca a toda costa que se logre antes de este jueves o bien renunciar al tratado de forma definitiva.
En cuanto a México también se ve cuesta arriba lograr un acuerdo con un presidente como Andrés Manuel López Obrador, puesto que sus propuestas han dado visos de favorecer el proteccionismo económico más que la apertura comercial, además de que el Congreso federal también se modificará. Ese ha sido el mensaje que ha transmitido el canciller mexicano al gabinete de Trump.
Lo cierto es que, pese a la presión política, los temas espinosos del tratado siguen sin resolverse. De acuerdo con un análisis reciente del instituto Wilson Center, de los 19 capítulos más importantes en la renegociación sólo seis están cerrados, cuatro están cerca de concluirse y ocho más están lejos de su meta; entre estos últimos están la cláusula sunset, las reglas de origen, los paneles de solución de controversias y la temporalidad agropecuaria, las cuatro “píldoras envenenadas”.
¿Quién se impondrá en la renegociación? ¿El canciller, quien dejó ya de meter la manos en el proceso electoral y en la campaña de José Antonio Meade, pero que sigue siendo uno de los principales amigos y consejeros del presidente Enrique Peña Nieto; o el secretario que le ha plantado cara a los negociadores estadounidenses y cabildea en favor de las industrias mexicanas más vulnerables de la negociación?
Los sabremos esta semana.
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