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El pasado martes 19 de septiembre parecía un día normal en la Cámara de Diputados, salvo porque estaba la bandera a media asta por el aniversario número 32 de las víctimas del sismo de 1985.
Esa mañana había citado a algunas personas y tenía que preparar mi posicionamiento sobre la glosa del informe del presidente Peña Nieto con el tema de política social. Como siempre tan atenta, la diputada Ana Guadalupe Perea me había preguntado si participaría en tribuna en la primera o segunda ronda de participaciones del análisis del V informe. Le dije que en la primera y como es usual sería el primero por ser el único diputado independiente.
Como es costumbre la sesión de Pleno empezó tarde, pasadas las 12 del mediodía. Se había programado también en la Cámara de Diputados un simulacro de sismo a las 11:00 horas, con la intención de estar todos preparados ante una contingencia, tanto los diputados como todo el personal que ahí labora.
En mi pronunciamiento fui contundente: “Desde que inició este sexenio de Enrique Peña Nieto en 2013 hemos visto la ausencia de una agenda social. La agenda social de este sexenio, si así podemos llamarla, ha sido electorera”. Dejé claro que al menos dos de los secretarios de Sedesol, Rosario Robles y Luis Miranda, han sido operadores políticos y no personas solidarias y preocupadas por los marginados de este país.
“El grupo de Peña se ha dedicado a hacer negocios a costa del erario público, bajo el amparo de la corrupción, el tráfico de influencias y la impunidad. ¡Y se olvidaron de la gente!”, sentencié. Y dije: “La perversidad del sistema PRI-gobierno no tiene límites porque necesita mantener jodido al mexicano para poder ganar elecciones”. A los pocos minutos de haber terminado mi pronunciamiento en Tribuna comenzó a temblar.
Yo ya había tenido la experiencia de un sismo cuando estuve en la LXI Legislatura (2009-2012), fue aquel un temblor muy fuerte pero duró muy poco tiempo, no me dio oportunidad de asustarme. Además de que no hubo desgracias. Este temblor coincidentemente se presentó en el mismo día del trágico sismo de 1985 que había sido devastador. El actual sismo estuvo muy fuerte y duró mucho tiempo. En el salón de Pleno se movía el candil al tiempo que nos sacudía el temblor a todos los que intentábamos salir apresurados por los pasillos. Gracias a Dios en la Cámara de Diputados no hubo desgracias.
Es necesario reconocer al personal de Protección Civil por su valor estoico, su capacidad de liderazgo y de asumir su responsabilidad a pesar de los riesgos. Gracias a todos ellos.
Al salir de la Cámara rumbo a mi casa, al transitar en el automóvil y escuchar la radio, fue que nos empezamos a percatar del tamaño de la tragedia y cómo la sociedad civil salía a las calles a apoyar supliendo incluso el papel de la autoridad. La gente dirigía el tráfico porque los semáforos no servían al no haber electricidad; otros apoyaban en labores de rescate, muchos se organizaban en centros de acopio de víveres y medicinas. Otros pasaban información de qué hacer y de qué no hacer. Algunos improvisaban albergues o ponían a disposición de los damnificados lugares donde dormir.
La verdad hemos sido testigos de un México dolido por la tragedia y los malos gobiernos, pero también vemos a un México unido y solidario ante la necesidad. Hemos sido testigos de un México grande que no cae ni se doblega ante la adversidad y la desgracia.
Hoy le mando mi más profunda solidaridad a quienes han perdido a un familiar, a quienes perdieron la salud o su patrimonio en esta catástrofe natural.
Es por este México fuerte y unido que los malos gobiernos y los corruptos no se lo han podido acabar.
México tiene esperanza.