“La única dificultad que tuve fue que no aprovechaba cuando estaba al frente, cuando cometía un error mentalmente o cuando alguien era mejor que yo”, así describió su vida golfística Jean Van de Velde , un desconocido francés que en 1999, ante la sorpresa del mundo, llegó al último día del Abierto Británico en la primera posición y que para el hoyo 17 le sacaba tres golpes a su más cercano perseguidor.

Era el 152 en el ranking mundial, en Francia pocos hablaban de él, pero ese día se hizo mundialmente conocido por tirar por la borda ese torneo. Jean se retiró en 2008 y jamás estuvo ni cerca de volver a tener la posibilidad de ganar un Major.

De hecho, hay una serie de documentales en Netflix que se llama Losers, el capítulo ocho, titulado Hoyo 72, cuenta su historia y vale la pena verla.

Todo esto viene a colación por lo que vivió el italiano Francesco Molinari el fin de semana pasado en Augusta. Esta serie muestra una historia paralela a la del italiano, muchas coincidencias que hoy lo tienen como el primer gran perdedor, como el jugador que no aguantó la presión, el que se hizo chiquito a la hora buena.

Si bien Molinari puede presumir haber ganado el The Open el año pasado y ya tener un Major en su vitrina (cosa que Van de Velde nunca logró), también tuvo la posibilidad de pasar a la historia en el torneo más importante del mundo; estaba en sus manos.

Jugó perfecto, incluso, llegó al cuarto y último día de la prueba con una tarjeta espectacular: había tirado solamente un bogey en 54 hoyos, el resto eran pares y birdies, cosa sumamente complicada de lograr. Era su torneo y nadie lo vio venir.

Ni siquiera los italianos o expertos del tema le daban alguna posibilidad. Y ahí estaba, al frente de la clasificación, sólo le faltaba un día, hacer lo que venía haciendo y ser parte de la historia.

Tom Brady twitteó poco antes del acabóse: “¿Cómo se le puede ganar a Molinari si no comete errores?” y sí, parecía invencible. Pero nunca contó con Tiger Woods, y todo lo que conlleva jugar en su grupo. De entrada tenerlo a un lado ya es un motivo de presión; el público que lo sigue, las cámaras de televisión, el mismo Tiger son factores que ni la persona con la sangre más fría puede controlar.

Tres hoyos fueron los que acabaron con las aspiraciones del italiano. El desastre empezó en el 12, un par 3 donde su bola terminó en el agua y llegó el primer doble bogey; luego en el 15 pasó algo similar, su bola también terminó dentro del agua para cerrar el par 5 con 7 golpes, otro doble bogey.

Dicen que el golf es un deporte con un alto contenido mental. Por eso es el deporte más ingrato que existe. Un solo error, una falla y se acaba todo. Eso le pasó a Molinari, quien tendrá que buscar otra oportunidad.

De Tiger, no hay más que decir, es el mejor jugador que jamás haya dado este deporte, que hoy no hay un regreso como el que pudimos ver el domingo pasado, que es un fuera de serie y que debemos sentirnos afortunados de vivir en la misma época de sus grandes hazañas y que, después de lo visto, hay mucho Tiger para rato.

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