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Entre los múltiples temas que el doctor Jorge Carpizo abordó en sus trabajos, se encuentra el relativo a la necesidad de que nuestro país contara con una institucionalidad sólida, que consolidara nuestra democracia y fortaleciera la unidad de nuestra Nación. Para él, las instituciones trascendían personas y coyunturas de toda índole, siendo uno de los cimientos esenciales de toda democracia, de ahí que reiteradamente manifestara su preocupación por cuidar su integración, desempeño y fortalecer con ello su prestigio.
Si consideramos que las instituciones marcan pautas e imponen límites a la actuación de personas y autoridades, generando certidumbre en la sociedad y dando cauce a la conciliación de intereses individuales y colectivos, es claro que en la medida en que las mismas se debilitan, se abre la puerta para que la actuación del Estado sea más discrecional y la vigencia de las normas se diluya, lo cual termina afectando los términos de convivencia entre las personas. Frente al predominio del Poder Ejecutivo, que reiteradamente evidenció y criticó, Carpizo consideraba que las instituciones constituían un medio de control para evitar que existiera la posibilidad de arbitrariedades y que, si éstas se daban, el derecho violado fuera susceptible de ser resarcido. Las instituciones son garantías de que los derechos sean vigentes y se respeten.
Basado en la experiencia de Latinoamérica, en su opinión, uno de los mayores riesgos que tenía el atentar contra las instituciones, era la posibilidad de que se propiciara el surgimiento de caudillajes, ya que al debilitarse la credibilidad y percepción pública sobre la utilidad de las instituciones, el prestigio de una persona podría imponerse sobre las mismas y lograr que se le entregara la confianza nacional, bajo la premisa de que tal decisión permitiría que los problemas del país finalmente se resolvieran. Al erigirse el caudillo como la representación y simbiosis de las instituciones, se le toleran excesos tales como el que “gobierne al margen, en contra o a pesar del orden constitucional, aunque éste se preserve formalmente”. Citaba el doctor Carpizo que era bien sabido que el poder corrompe y el poder total corrompe totalmente, siendo el remedio o antídoto contra ello la fortaleza de las instituciones.
A 7 años de su inesperada partida, el pensamiento y la obra de Jorge Carpizo conservan su utilidad al aportar elementos de reflexión y guía para abordar los grandes problemas que enfrenta nuestro país. Hoy como ayer, la vigencia de los derechos humanos sólo puede ser posible en un entorno democrático, donde exista una institucionalidad sólida y eficaz. Su preocupación y la importancia que le daba a este tema, quedó reflejada en el párrafo final de un artículo que bajo el título de “El deterioro de las instituciones”, este año cumplirá dos décadas de haber sido publicado en la revista Nexos, y el cual aludía a los ataques y cuestionamientos que en 1999 se hacían en contra de la UNAM, el entonces Instituto Federal Electoral (IFE), la CNDH, y el Poder Judicial de la Federación:
“El primero que desea estar equivocado con las apreciaciones expuestas soy yo porque el deterioro de esas cuatro instituciones, y no son las únicas, debilitan a la Nación y nos dividen. Parece ser que no queremos aprender las lecciones de nuestra historia: sus épocas más negras y trágicas son aquellas en las que las instituciones constitucionales y republicanas se deterioraron y los mexicanos nos dividimos; sobre los intereses del país prevalecieron los de un partido, grupo o fracción”.
En la última carta que redactó y que fue dada a conocer de manera póstuma por su familia, Jorge Carpizo señaló al referirse a los libros y artículos que integraban su obra, que “El mejor homenaje que puedo recibir consiste en que se lean y reflexionen”. Vaya este artículo como homenaje para el notable jurista, académico, universitario y servidor público, pero también para el amigo y ser humano de excepción.
Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)