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Quiero iniciar esta columna haciendo un especial reconocimiento a la impresionante solidaridad que han mostrado los mexicanos en los últimos días. Me ha conmovido ver a nuestros estudiantes movilizándose hasta el cansancio para recolectar víveres, hacer cadenas humanas para transportarlos, apoyar en labores de rescate, ofrecer ayuda sicológica, en fin, dándolo todo para aminorar el sufrimiento ajeno.
Como acertadamente lo ha señalado la prensa nacional e internacional, el sismo sacó lo mejor de México y hoy me siento más orgulloso que nunca de pertenecer a este país.
Aunque es todavía prematuro realizar una estimación precisa sobre los costos del terremoto del 19 de septiembre (19-S Bis), poco a poco van saliendo a la luz cifras, datos y proyecciones que nos brindan algunos elementos para dimensionar el impacto de este trágico suceso en la economía mexicana.
Vale la pena resaltar algunos datos comparativos del impacto en la Ciudad de México del sismo del 85 con el de este año para ponerlos en perspectiva. El temblor de hace 32 años fue de 8.1 grados Richter, duró dos minutos, causó aproximadamente 10 mil víctimas mortales (según la cifra más comúnmente usada) y dañó en su totalidad alrededor de 30 mil edificios. El sismo reciente fue de 7.1 grados, duró 40 segundos, provocó la muerte de alrededor de 400 personas —al 27 de septiembre de 2017—, y se presentaron 40 edificios con daño total en la Ciudad de México, según el Jefe de Gobierno.
El sismo del 85 tuvo un impacto de 2.1 a 2.4% del PIB, según la Cepal. En contraste, de acuerdo a estimaciones preliminares, el reciente temblor reducirá el crecimiento de la actividad económica en un 0.1%, de acuerdo con la estimación de Citibanamex, por lo que se puede decir que el impacto será moderado. Es evidente que a pesar de la inexplicable coincidencia de haber ocurrido exactamente un 19 de septiembre, estos dos fenómenos tienen una magnitud diferente.
El tipo de cambio no se devaluó a raíz del terremoto 19-S Bis. Tampoco se espera que haya una disminución en la inversión ni en las exportaciones. Es probable que se registre un pequeño incremento inflacionario en algunos productos. En las regiones afectadas quizás se observe una ligera pérdida en la producción temporalmente, y un crecimiento en el sector de la construcción. El gasto público debería ser modificado para cubrir las pérdidas económicas, por lo que algunos rubros verán disminuidos su presupuesto para contrarrestar estos cambios.
Uno de los sectores más vulnerables ante las catástrofes naturales son las aseguradoras. En esta ocasión es una buena noticia escuchar de la Asociación Mexicana de Empresas de Seguros (AMIS) que el sector cuenta con capital suficiente para hacer frente a esta situación. Sin embargo, dada la baja cultura financiera de nuestra sociedad, en México muy pocas propiedades están aseguradas, por lo que desafortunadamente muchas de las pérdidas no podrán ser compensadas por esta vía. Este episodio deber ser un llamado de atención para transitar a una cultura del aseguramiento y prevención, pues constantemente estamos expuestos a sucesos imprevistos como el que acabamos de sufrir.
Detrás de las cifras agregadas sobre el impacto económico, hay miles de historias de familias que perdieron todo su patrimonio. Si bien nada se compara con la pérdida humana, las afectaciones materiales para muchos mexicanos han sido brutales. Es realmente desgarrador ver las imágenes de tanta gente que se quedó sin nada.
La reparación y reconstrucción de las viviendas, escuelas y todos los inmuebles afectados será una labor costosa y compleja. La participación coordinada entre el sector público y privado será indispensable para llevar a cabo estos trabajos lo mejor posible. Un factor clave para la reconstrucción eficaz de las pérdidas es que el presupuesto público que se dedique a la reconstrucción se ejerza de manera eficiente, con transparencia y sin clientelismos políticos. Esta tragedia no debe ser utilizada por el gobierno federal o los gobiernos estatales para lucrar políticamente. La sociedad civil estará más atenta que nunca. Sin duda alguna, las muestras de solidaridad y generosidad de todos los mexicanos contribuirán de manera significativa al logro de esta titánica labor. No será fácil mantener la energía y ritmo de ayuda en el mediano y largo plazo, pues desgraciadamente la tragedia en muchas ocasiones se olvida a medida que transcurre el tiempo.
Así pues, el reto será que en seis meses o un año recordemos todos que aún podemos ayudar a los afectados por el 19-S Bis. Que sociedad civil, autoridades y el sector privado somos capaces de trabajar, hombro con hombro, por el interés real de la ciudadanía. La unión y ayuda entre los mexicanos deben perdurar más allá de un par de semanas.
Presidente y director general de Laureate y UVM