El principal argumento de Donald Trump, de su embajador Comercial, Robert Lighthizer, y su secretario de Comercio, Wilbur Ross, en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es que el déficit comercial es la principal causa de los males de la economía de Estados Unidos y que el crecimiento de las exportaciones de México resulta en desempleo en manufactura. El comportamiento de su economía en 2017 falsifica estas afirmaciones.

Aunque no pocos analistas anticipaban que las exportaciones mexicanas a Estados Unidos sufrirían en el primer año de Trump, la realidad ha resultado ser muy distinta: las exportaciones de México a ese mercado crecieron 20 mil millones de dólares para llegar a 314 mil millones según cifras del Departamento de Comercio y el déficit comercial aumentó de 64 a 71 mil millones. Esto a pesar de las amenazas, la cobertura negativa, los tuits y la incertidumbre provocada.

Al mismo tiempo que México tuvo exportaciones récord a Estados Unidos tanto en términos absolutos como en relación con el total de sus importaciones (13.5%) y que el déficit creció, su economía se está expandiendo a 3%, se encuentra en pleno empleo, existen claras evidencias de una fuerte escasez laboral en múltiples regiones y sectores y la tasa de desempleo es sólo de 4.1%. Y este comportamiento no se da sólo en lo general, sino que en los sectores y regiones que México supuestamente impacta de manera negativa: entre diciembre 2016 y 2017, el empleo en manufactura en Estados Unidos creció, en términos netos, en 196,000 personas (1.4%), mientras que el empleo total 2.4 millones (0.7%). Esto también en un contexto de acelerada robotización de los procesos productivos.

Hay más, México también experimentó una fuerte creación de empleo, incluido el formal. En el sector de manufactura el empleo también aumentó en 196 mil personas (una feliz coincidencia) y se empieza a observar, de la misma manera, escasez laboral en diversas áreas. De hecho, no es descabellado prever mayores incrementos en salarios reales en el futuro cercano. Si el comercio fuese un juego de suma cero, se esperaría que el crecimiento del empleo en un país y de sus exportaciones implicara el decrecimiento en el otro. Pero, de manera obvia, no sucedió así y el empleo manufacturero se incrementó en ambos en virtud de dos razones: una, la integración es más profunda de lo que se piensa, México y Estados Unidos coproducen y, por tanto, sus variables (producción, empleo y comercio) se mueven al mismo tiempo y en la misma dirección. Dos, el país también se expandió como mercado para Estados Unidos y esto a pesar del debilitamiento del peso (con menos tuits y una moneda más fuerte se hubiese comprado más). De acuerdo con cifras del Departamento de Comercio las exportaciones de Estados Unidos al país se incrementaron 5.8% y con cifras mexicanas más de 8%. Así, México se consolidó como su segundo mercado en el mundo al representar 15.7% de sus exportaciones totales; en cinco años superará a Canadá para posicionarse como el primero.

Si bien esta argumentación contundente no cambiará los prejuicios de Trump, quizá la amenaza de una mayor corrección en el Dow Jones lo haga. Esta columna adelantó hace un mes (Dow Jones, Trump y TLCAN) que una de las razones para que el presidente de Estados Unidos no abandonara el Tratado sería el miedo de que esta decisión impactara negativamente al mercado de valores. La fuerte caída en el Dow Jones de los últimos días hace la salida aún menos probable.

Los fenómenos no están desligados. Los mercados de capitales están reaccionando a la posibilidad de que el retorno a una política monetaria menos anormal sea más rápido que lo que su adicción a la excesiva liquidez quisiera. La fortaleza de la economía, la relativa escasez laboral (que debería verse como una buena noticia precursora de más altos salarios), el pleno empleo y la reforma tributaria apuntan al inicio de un periodo en que los precios empiecen a reaccionar a la alta liquidez y que obligue a los bancos centrales a apretar de una forma más acelerada. Ya se verá con el tiempo si no lo habrán hecho demasiado tarde.

Menudo reto para los nuevos banqueros centrales, Jerome Powell en Estados Unidos y Alejandro Díaz de León en México. Los mercados los reciben con la amenaza de que no pueden adaptarse a una política monetaria más restrictiva después de tantos años de adicción. Si posponen otra vez la normalización es posible que ésta sólo llegue con otra crisis mayúscula para la que las políticas monetaria y fiscal ya no tendrían espacio de ajuste. Si no la posponen y aprietan para evitar un ciclo alcista de precios arriesgan la ira de los mercados, en el corto plazo, y la evaluación del presidente de Estados Unidos que ha autodefinido el éxito de su mandato en términos del Dow. En México hay que apertrecharse en los ámbitos monetario y fiscal para la posible tormenta y hacerlo en un año electoral y con cinco largos meses de transición entre elección y toma de posesión.

En el fondo, el reto para ambos es el mismo que han tenido siempre los banqueros centrales: mostrar que pueden ser realmente independientes. ¡Buena suerte!

Presentación de libros. La semana que entra presentan en México dos grandes economistas obras excepcionales: Deirdre McCloskey (Las virtudes burguesas) en la librería Rosario Castellanos el martes 13 de febrero y Douglas Irwin el miércoles 14 (Clashing over Commerce). Vale la pena asistir.

@eledece

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