Fue un accidente casi imposible que pasara, de acuerdo con expertos en el tema, en un avión presidencial.

¿Son menos seguros los aviones comerciales que los aviones de un presidente de la República? Sí, un poco, máxime porque existe todo un protocolo de aviación para proteger a un jefe de Estado (aquí y en China), las pruebas que se realizan son mucho más estrictas a las ya de por sí extremadamente estrictas de los vuelos comerciales, hay razones por las cuales existen aviones presidenciales y la seguridad es una de ellas.

¿Qué hubiera pasado si, Dios no lo quiera, Andrés Manuel viajaba en el vuelo comercial que sufrió un percance en Durango hace dos días?, ¿qué pasaba si, toco madera, se venía una tragedia?, ¿de qué tamaño hubiera sido el desastre, el desconcierto para México?

De entrada, y de lo menos relevante, Aeroméxico habría atravesado por una crisis que hubiera comprometido su existencia misma, ¿quién hubiera creído que en el avión donde viajaba el hombre más poderoso y más querido de México pasó un accidente provocado “por los vientos” al momento del despegue?, ¿quién hubiera creído que eso no era una bomba?, ¿quién daría crédito a otra teoría que no fuese la del atentado, la del magnicidio, la de la conspiración?

López Obrador quiere encabezar la cuarta transformación de México y eso, desgraciadamente, lo digo con imparcialidad y sin filias ni fobias, acarrea demasiados enemigos. Algunos, por ejemplo los cárteles de las drogas que mueven en conjunto más de mil millones de dólares al año, pueden ser realmente peligrosos.

El 27 de noviembre de 1987 un bombazo en el vuelo 203 de Avianca, un Boeing 727-21, pudo haber terminado con la vida de César Gaviria, entonces candidato y después presidente, que no tomó el avión. En su lugar, eso sí, murieron 110 personas inocentes a cuenta del Cártel de Medellín.

No seamos tan trágicos, aunque en México, donde mataron el año pasado a 31 mil 174 personas, deberíamos de serlo, pero pensemos en la seguridad del presidente, pensemos en la institución que representa y que, más importante, nos representa. Dadas las condiciones del país, ¿no deberíamos de exigir que use un avión con las características de seguridad que su investidura requiere?

¿Confiaremos más en una aerolínea comercial privada que en los años de experiencia de la Fuerza Aérea Mexicana?

El próximo presidente no tiene que usar la nave TP-01 que aún pagamos a Banobras pero que, de alguna forma sui generis, quiere vender, pero quizá, por el bien del pueblo todo, sea necesaria una nave, sencilla y digna, para su propia seguridad (y la nuestra).

Y si Andrés hubiera estado en ese avión… no, no, no. ¡ni pensarlo!

DE COLOFÓN.— Bajar el sueldo no es la única batalla del nuevo régimen con el Poder Judicial. Dicen que el Tribunal Constitucional va en serio.

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