Contundente, Diego Fernández de Cevallos me dijo ayer en MVS que si Ricardo Anaya no se logra quitar percepción de la mancha de corrupción, simplemente, va perder la elección y punto.
Lo dice alguien que sabe del tema, a quien le han acusado de mil oprobios y nunca le pudieron comprobar a fondo alguno, lo dice quien votará por Anaya y quien, incluso, lo defiende hasta donde puede defenderlo, porque al final, al candidato, y nada más que al candidato, le corresponde la batalla final.
El asunto de Ricardo Anaya, como todos los asuntos de corrupción, es un tema extremadamente enredado, quedan muchas dudas en el proceso y ciertamente su culpabilidad o inocencia no está del todo clara, difícilmente el pleito terminará por involucrarlo judicialmente como imputado, parece que le vendió a quien no tenía que venderle y es cuestionable, desde la lógica más imparcial, su verdadera responsabilidad en el asunto.
Si se investigaran todas las compra ventas del país, seguramente saldrían muchos, muchísimos, Anayas, unos metidos hasta el tuétano en el lavado y otros inocentes por ingenuos, por descuidados o porque nada habría que perseguirles ni reprocharles, pero si son peras o manzanas, la estrategia ha permeado y da frutos: los negativos de Ricardo Anaya, al menos en las redes sociales, parecen subir, ya veremos si el fenómeno se calca en las encuestas serias y, aunque no queda claro casi nada, el argumento prendió cual polvora: el candidato debe ser corrupto, porque todos los políticos son corruptos y Anaya es un político como todos los políticos.
A diferencia de López Obrador , ni a Ricardo Anaya ni a José Antonio Meade , se les percibe ajenos al sistema sino, más bien, parte del mismo sistema, seguramente, la campaña del Frente contra el candidato priísta/ciudadano en torno a desvíos por más de 500 millones de pesos cuando estuvo frente a Sedesol tendrá efectos similares, o hasta peores, que la emprendida contra el panista, aunque, de la misma forma, no se pueda comprobar al ciento por ciento la responsabilidad de Meade en el tema.
Acusar de corrupción está de moda, pero además, resulta de lo más efectivo porque es, a su vez, de lo más creíble, el argumento se aprovecha del descontento y hace un incendio de la pradera, pero, como todos los incendios, también termina muchas veces por descontrolarse.
Nadie cree que la andanada contra Anaya viene de un asunto imparcial de un abogado independiente y tampoco nadie mete las manos al fuego por el queretano, en la lógica del confinamiento social de que golpeando al segundo lugar, ipso facto, el tercero pasa a segundo, hay un pequeño inconveniente llamado realidad.
Más allá de que el priísta/ciudadano crezca, se corre el riesgo de que se mantenga igual, el panista disminuya y el puntero se haga cuasi inalcanzable, inclusive, ¿por qué no?, puede pasar que los nuevos actores independientes terminen por arrebatar un segundo o tercer lugar y mandar a la lona los maquiavelos improvisados mientras el bosque se vuelve fuego incontrolable.
Ojalá que tengan a la mano los extinguidores.
DE COLOFÓN.— Muchos en la PGR se preguntan si con Raúl Cervantes hubiera pasado lo mismo.