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A los mayores tiranos siempre les
gustó tener fama de libertadores.
Miguel Delibes.
Supongo que fue un ganso divino, desbordado de luz, embeleso de la transformación, bañado en el sentir del pueblo bueno y sabio, bendecido con la única voz autorizada para hablar a su nombre…
Sí, supongo que el ganso mágico, divino y parlanchín se posó sobre las cabezas de los legisladores de oposición en Baja California y les dictó, de pico a oreja, con donaires graznidos, los deseos del pueblo: —El pueblo no quiere gastar 800 millones más en otra elección, prolonga a Jaime Bonilla otros tres años… El pueblo te lo ordena. El pueblo te lo ordena… Y el ganso puso un huevo.
Y así fue, un conecte metafísico, pachecón, teporocho y popular, una experiencia religiosa, un roce con algo más grande o, quizá, sólo los maicearon.
Será muy difícil probar un cochupo a los legisladores que votaron, en lo oscurito y sibilinos, por la prolongación del mandato de Bonilla, sin embargo no parece existir otra explicación: ¿qué oposición regala, así sin más, tres años adicionales de gobierno a su adversario sin, al menos, darle una caladita?, ¿sin negociación?, ¿sin tener nada a cambio?
Las reglas del juego son claras: en el caso de Baja California se eligió a un gobernador por dos años, así se le dijo, se le informó y se le vendió al elector y así lo votó.
Aún con “una encuesta” que respaldara la locura del Congreso Bajacaliforniano, tendría que imponerse la voluntad de quien no lo quiere más allá de los dos años o estaríamos frente a una tiranía de los restantes tres años y un grave antecedente para la democracia mexicana.
¿Qué pasa si ese mismo ganso divino se posa sobre los legisladores del Congreso de la Unión y, hablando por el pueblo bueno y sabio, otorga al Presidente López Obrador una prolongación, sin votos, sin elección, para completar la “transformación”?, —¡Decidimos ahorrarnos las elecciones y mejor entregar de forma directa ese recurso!
Las maromas de los más radicales en la Cuarta son, a la par de patéticas, sumamente peligrosas, quizá por ignorantes o quizá, más grave aún, mezquinas y calculadoras.
Si el Presidente fuera un demócrata, hubiera sido el primero en condenar la intentona de un dictadorcillo de cuarta que termina manchando su transformación.
Pero no, el Presidente que se lanza contra los órganos autónomos y, sin una sola prueba, los acusa de corruptos y salpica por igual, por citar algunos, a reporteros, a empresarios o a universitarios del ITAM, el Presidente que no repara en escupir señalamientos a la menor provocación y, las más de las veces, sin el menor sentido, ha sido extremadamente prudente ante la evidente violación del más mínimo principio de democracia.
Pues, ¿qué le debe AMLO a Jaime Bonilla?... Seguro, algo más que los agasajos del beisbol.
DE COLOFÓN.- Oro Negro es una empresa acusada de malos manejos, Gonzalo Gil White y José Antonio Cañedo, sus administradores, tendrán que responder por 500 millones de dólares ¡en Afores!
Es el escándalo que viene.