Advertencia al lector: lo siguiente 

es simplemente un ejercicio de especulación 

basado, enteramente, en un análisis subjetivo 

y en la imaginación de su servidor. 

No hay intenciones electoreras ni fobias 

ni filias involucradas.

 

Enero del año 2021, Andrés Manuel López Obrador es el Presidente de México, hace tres años ganó por un cómodo margen, más menos cinco puntos de ventaja y, además, Morena logró obtener varias posiciones en el Congreso aunque sin alcanzar, como ningún partido o frente lo hicieron tampoco, la mayoría absoluta.
 

Han sido tres años de polarización marcada, en algunos casos, incluso, de confrontación entre poderes, muchas de las promesas del presidente se asfixian ante un legislativo que lo bloquea todo, ni la Fiscalía General de la Nación ni mucho menos el Sistema Nacional Anticorrupción han podido trabajar plenamente ante la falta de normas que se encuentran congeladas en las cámaras, las pensiones de los ex presidentes y los sueldos de la alta burocracia no han logrado un recorte significativo y ni las pensiones universales para adultos mayores ni las becas para los ninis han logrado salir ciento por ciento avante.
 

El Presidente López Obrador es popular, sobre todo entre las comunidades y pueblos más marginados del país, sus giras están cargadas de simbolismo y de gran entrega con la gente, pareciera, incluso, que nunca dejó de hacer campaña, las clases menos favorecidas lo quieren, a veces al grado de la idolatría, lo ven como una esperanza de algo, de que las cosas estarán mejor algún día, algún día…

 

Sin embargo es menos, mucho menos popular a nivel general de lo que fue hace tres años. La clase media y alta, así como el sector educado del país, lo mira con recelo, el peso ha caído frente al dólar de forma considerable, la inflación registra niveles que le pegan al bolsillo de la mayoría, los subsidios a los combustibles y el dispendio en programas sociales sin respaldo presupuestario real mantienen la economía en alerta roja y al borde de un endeudamiento insostenible, hay una crisis aún maquillada y con posibilidad de salvación a través de medidas impopulares que el presidente jamás tomará.

 

Desde la Residencia Oficial en el Palacio Nacional, se informa y se minimiza frecuentemente de la violencia imparable en varios puntos del territorio nacional, la falta de experiencia en el gabinete de seguridad y el soslayamiento a las Fuerzas Armadas ha provocado el fortalecimiento de varios cárteles que en una guerra sanguinaria rompen los récords de ejecutados, secuestrados y desaparecidos en el país.

 

En unos meses más habrá elecciones intermedias, la administración del Presidente usa todos los medios a su alcance para convencer al país de que la falta de resultados tiene responsabilidad en el Congreso, Morena quiere la mayoría absoluta y, aunque algunos escándalos relativamente menores de corrupción, a comparación de otras administraciones, han sacudido su estructura básica, no deja de ser el partido en el poder con la fuerza suficiente para influir considerablemente en las urnas.

 

Han pasado tres años, no somos Venezuela.

 

Han pasado tres años, tampoco somos Suiza… Somos México, aún esperanzado a que las cosas cambiarán, algún día cambiarán, ¿habremos aprendido algo?

 

DE COLOFÓN. La desesperación llevó a nombrar al senador como vocero, ahora no saben qué hacer para  evitar ladridos no requeridos. 

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