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La siguiente historia que les voy a platicar es muy divertida, se resume en el principio de que “uno vale uno y dos valen tres”, me refiero a que los pares siempre tienen más valor que como objetos individuales; así, por ejemplo, un par de aretes con brillantes, un par de tibores de porcelana, un par de candelabros, todos valen mucho más al venderlos en pares que individualmente.
Pues bien, bajo esta regla, tenemos a un coleccionista-comprador de antigüedades y libros que adquiría piezas en las subastas muy seguido. En alguna ocasión me encontré a su esposa quien me pidió de favor que ya no le enviara los catálogos a su marido para que dejara de comprar; no era cuestión de dinero (afortunadamente es muy rico) sino porque ya no había donde colocar las cosas, tanto en la casa de las Lomas de Chapultepec como en una finca que tenían por Pachuca.
Pasó el tiempo y nuestro coleccionista-comprador seguía comprando, todo hubiera quedado hasta ahí, de no ser por una cómoda francesa que salió en una de las subastas de antigüedades y por la que tres compradores tuvieron una batalla de pujas para ver quién se la quedaba. Al final, entre los que pujaban, estaba nuestro coleccionista-comprador, el mismo al que su esposa me pidió que ya no le enviara los catálogos y quien finalmente fue el vencedor en la batalla por la cómoda francesa.
Después de la subasta lo vi muy contento con su compra y me acerqué para preguntarle por qué tanto interés por la misma. Con mucho orgullo me respondió que él tenía el par en su casa y no la podía perder por la regla básica de que “uno vale uno y dos valen tres”.
Sorpresa me llevé unos días más tarde al enterarme de que la cómoda francesa que se pelearon tanto en la subasta, la había consignado para su venta la esposa del coleccionista-comprador y que era la misma que tenía en su casa y que él pensaba que era el par…