Mes con mes, en la revista suplemento del Wall Street Journal aparecen los objetos más preciados de alguien famoso, aparece una fotografía con estos y en el texto el personaje explica por qué son sus preferidos.
La idea es que el lector sepa cuáles son los objetos más preciados de cada uno de estos famosos; en todos los que he visto no aparecen piezas de gran valor monetario, más bien se trata de objetos que son parte de su carrera o que significan algo importante para ellos.
Aparecen fotografías, autógrafos, instrumentos musicales, una pintura, un dibujo, una escultura, un libro, un manuscrito y objetos de lo más variado que recibieron a lo largo de su carrera o que de alguna manera se hicieron de ellos y son importantes para su ser.
Cada mes veo la fotografía y el texto y con unos me identifico más que con otros, pero me hago la misma pregunta: ¿cuáles serían los objetos a los que dejaría que le tomaran la fotografía para mostrarlos?
Veo la vitrina y me quedo con una joven bañista francesa de cerámica, de alrededor de 15 cms de largo, tirada panza abajo con un traje de baño completo de rayas azul y blanco, recargada con los codos levantando la cabeza con un peinado de los 30’s, pelirroja y con las piernas al aire, con una sonrisa de gozo total.
La bañista la compré en Londres en Cecil Court Road, donde hay varios libreros de viejo y anticuarios, con un anticuario lleno de objetos de plata, pinturas, esculturas, bronces y triques. Ahí estaba ella, en una de las charolas dentro de una vitrina; la vi, pedí verla, vi la etiqueta del precio, 50 libras y la devolví, salí de la tienda con mi hijo Eduardo y unos pasos más adelante le dije que necesitaba regresar a comprar a la bañista, si no lo hacía me iba a arrepentir… nunca voy a aparecer en la revista del Wall Street Journal mostrando mis objetos más preciados, pero no es necesario porque diario la veo y me guiña el ojo…