El sábado pasado fui a la exposición en el Palacio de Bellas Artes de más de doscientas fotografías y una escultura de Brassaï (1899-1984), seudónimo de Gyula Halász, dibujante y fotógrafo, nacido en Transilvania, entonces parte del Imperio Austrohúngaro, que más tarde se convertiría en Rumania.
La exposición está muy bien montada y llega a México después de haber sido exhibida en Barcelona, Madrid y San Francisco. Lleva un orden y son doce los temas que maneja, que no son cronológicos. La gran mayoría de las fotografías fueron tomadas en París con una cámara Voigtländer Bergheil de fabricación alemana, equipo que se plegaba y que tenía que ser soportado por un trípode.
Si tiene un par de horas para visitar la exhibición que lleva por título Brassaï. El ojo de París va a disfrutarla y aprender sobre cómo era el París de los años 20 y 30.
Al finalizar la exhibición, ahí mismo compré unas postales de algunas de las imágenes de la exposición, así como el libro que contiene la exhibición completa y que será parte de la colección de libros de fotografía que he ido reuniendo en el tiempo, especialmente de París y de fotógrafos de los primeros años del siglo XX.
La visita y la compra del libro me recordaron cuando, hace muchos años que estaba interno en un colegio en Inglaterra, me suscribí para comprar la colección de libros que vendía Time-Life sobre la fotografía, Life Library of Photography, no recuerdo si eran once o más títulos que llegaban por correo cada determinado tiempo; el abrirlos y revisarlos y volverlos a abrir y a leer lo ya leído, era todo un gozo.
Conforme llegaban, los fui guardando en un baúl que tenía bajo mi cama en el dormitorio y eran los objetos más preciados junto con mi grabadora Panasonic y los cassettes de música de la época grabada, estoy hablando del año 1971; también en ese mismo baúl se encontraban todas las impresiones en blanco y negro de fotografías tomadas por mí y algún otro miembro del Club de Fotografía del colegio y que revelábamos en un mini laboratorio con un amplificador muy viejo y donde nos dedicábamos a fumar sin peligro de que nos sorprendieran ya que no se podía entrar mientras revelábamos los rollos y hacíamos las impresiones con líquidos y papeles Ilford, para no intervenir con el proceso.
Las fotografías eran de los alrededores del colegio y de compañeros de clase, jugando rugby, cricket o soccer, además de experimentos que hacíamos.
Desafortunadamente el baúl y todos los contenidos se perdieron al regresar a México. Fue mi primera gran pérdida, libros, fotografías y música, junto con aquella grabadora Panasonic que usaba con unos audífonos que se utilizaron para comunicaciones durante la Segunda Guerra Mundial. Mi única esperanza es que las fotografías no se hayan ido a la basura y que aparezcan en un mercado de pulgas en cualquier lugar y que alguien pueda seguir disfrutando de “Brand New Key, cantada por Melanie”, de la música grabada en alguno de los cassettes perdidos.