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Con medidas aproximadas de treinta por veinte centímetros y con más de 10,000 plumas de quetzal y colibrí, se vendió una obra mexicana de arte plumario del siglo XVI en París, en el Hotel Drouot, por la casa de subastas Coutau-Bégarie, el pasado 24 de mayo.
El precio alcanzado, ya incluyendo comisiones de la subastadora, es de 283,360 euros, muy superior a los estimados de 60,000 a 80,000 euros que tenía. Lo compró el Musée du quai Branly - Jacques Chirac de París, un museo con una colección de más de 370,000 piezas de África, Asia, Oceanía y América, con vocación de mostrar la riqueza de culturas no europeas, por lo que este mosaico plumario enriquecerá su acervo y sobretodo las artes de México.
Juan Cuiris. Retrato de Cristo. Mosaico plumario.
El tema de la obra es “El Buen Pastor y dos escenas de la vida de San Juan Bautista en un paisaje”, basado en un grabado alemán de Hans Wechtlin, el mosaico plumario está realizado sobre un soporte de madera con hojas de agave y algodón, enmarcado en ébano, con incrustaciones de hueso y plata dorada. Contiene la enigmática inscripción “Del Principe…” y viene además un monograma. La procedencia es que estuvo con la misma familia que lo consignó para la subasta desde el siglo XIX y la conservación es estupenda pudiéndose apreciar todavía la iridiscencia de las plumas.
Juan Cuiris. Retrato de la Virgen. Mosaico plumario.
La producción de arte plumario se remonta hasta antes de la llegada de los conquistadores y es una técnica dominada por los Amantecas (de Amantla) quienes perfeccionaron la técnica de hacer ropajes y objetos como insignias militares y escudos para la clase dominante, así como objetos funerarios. Recolectaban plumas de quetzales, patos, guacamayas, colibríes, garzas, loros e inclusive de águilas, ayudándose de tributos recibidos de otros pueblos sometidos.
Amanteca.
A la llegada de los españoles, los religiosos que vinieron con ellos siguieron con los talleres donde se producía, pero con objetos o mosaicos con temas religiosos para ayudar a la evangelización; comentan que era tanto el gusto de los conquistadores por este arte que Hernán Cortés y su gente enviaron más de 500 obras de arte plumario a la Península Ibérica, muchas para gabinetes de curiosidades de la época, así como para nobles y la realeza europea, muchas de ellas terminaron en colecciones de museos de toda Europa.
Amanteca en su taller atando plumas.
Por lo general los mosaicos eran anónimos, aunque había un artesano de nombre Juan Cuiris a quien se le permitía firmar algunas obras. Cuiris se distinguía por su técnica muy depurada al utilizar las plumas para alcanzar rostros más detallados y mejores paisajes, sus ángeles tienen una calidad única.
Anónimo Novohispano. San Juan Bautista.
Se habla que Rudolf II de Habsburgo tenía dos obras de arte plumario firmadas por Juan Cuiris, una representando a la Virgen y la otra a Cristo. Estas piezas ahora se encuentran en el Museo Kunsthistorisches de Viena.
El mosaico que se subastó no está firmado, pero tiene muchas características de la obra de Juan Cuiris, como las nubes, los ángeles, el rostro de Cristo, el de San Juan Bautista y los de todos los personajes que aparecen, además de utilizar plumas amarillas, características también en el trabajo de este artista, por lo que la obra se puede atribuir a su manufactura y justificar su importancia.
La siguiente vez que viaje a París podrá admirar esta obra mexicana en el Musée du quai Branly - Jacques Chirac. En México podemos ver arte plumario en el Museo Soumaya, el Museo Franz Mayer y el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, por lo que no es necesario ir tan lejos a ver el arte hecho en Amantla.