Es lindo sentirme querido por la gente de mi país. No sé qué es ser Messi . Yo soy el de siempre. Me manejo igual, aunque con algunas limitaciones lógicas. Porque cuando alguien se me acerca, y más si es famoso, me da un poco de pudor. Trato de hacer lo que corresponde y recorrer todos los lugares en los que quiero estar. No tengo problemas en salir, por más que la gente me reconozca. A veces me gustaría ser desconocido para vivir con un poco de intimidad, pero no me quejo de la vida que llevo. Quise ser futbolista y acá estoy. Soy un agradecido.
Me encanta cuando me cruzo con un chico y se queda paradito. No sabe bien cómo saludarme. Ese cariño es muy lindo, es auténtico. Tal vez sea una de las cosas más lindas que me regala todos los días el futbol. Como me halaga, también, todo el afecto que hoy recibo de la gente.
Los récords no son mi obsesión, lo que quiero es ganar títulos. Los récords los dejo para los especialistas que se dedican a las estadísticas. Yo sólo juego y nada más. No estoy obsesionado por batir marcas. Sé que superé a Batistuta como goleador histórico, y es un honor, pero esos registros no son mi obsesión. No. Lo que quiero es ganar títulos, tanto en mi club como en el seleccionado.
Cada gol que convierto en la selección es una satisfacción enorme, pero por el festejo en sí mismo, no porque me permita romper alguna marca. Los goles me alegran por lo que significan para el seleccionado y para todos los que vestimos esta camiseta. Porque ganar es lo más lindo que tiene el futbol. Es lo que nos moviliza a todos. Lo diré siempre: cambiaría todos los récords por consagrarnos en un Mundial. Por hacer feliz a la gente de mi país. Confiaba que en la Copa del Mundo de Brasil podíamos lograr ese objetivo. Estuvimos tan cerca, pero tan cerca. Estábamos convencidos, más allá de algunas lesiones que nos fueron golpeando. Habíamos despertado una gran ilusión en los hinchas, lo sabíamos.