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Se dijeron muchas cosas durante la Copa América que se jugó en Argentina, pero nada tenían que ver con la verdad. Claro que me llegaban todos los comentarios: que no demostraba ganas de jugar en la selección, que no cantaba el himno o que no sentía la camiseta. Me dolía llegar a mi país y que muchos me pegaran injustamente.
Alguna vez llegué a pensar si yo era el problema, si era la causa de los malos momentos que atravesaba el equipo.
Pero la culpa sólo dura un momento, hasta que reaccionas y sigues para adelante. Aunque a veces no puedes creer por qué se dan algunas cosas. Te quedas sin respuestas cuando pones lo mejor de ti y los triunfos siguen sin venir.
Más allá de los malos momentos, soy un agradecido de todo lo que la selección me ha permitido vivir. Ahora me siento reconocido por el público en general y creo que ellos valoran mi manera de jugar. Intento seguir creciendo y sueño con darle títulos a la selección. Lo que más quiero es que Argentina gane.
Llevar la cinta de capitán me genera mucho orgullo. Lo siento así porque perteneció a grandes figuras de nuestra selección y me obliga a corresponder con deberes y obligaciones. Pero no es una carga, todo lo contrario. Lo tomo con naturalidad, porque mi responsabilidad es la de siempre: representar lo mejor posible a mi país y ayudar a que la selección gane partidos. Cuando me preguntan de cuáles jugadores del pasado tomé algo, si de Maradona, Ayala, Sorín, Zanetti o Mascherano , siempre digo lo mismo: soy yo mismo, porque otra no me sale. Voy aprendiendo con todos y trato de ser abierto a las opiniones del plantel. Así me gané el respeto de mis compañeros y eso es fundamental para mí.
La decisión fue consensuada con Alejandro Sabella, quien compartía que era el momento para que empezara a llevar la cinta. Y Javi Mascherano me insistió en que tenía que ser el capitán. Él era el capitán y decidió dar un paso al costado. Pura generosidad. Por eso sentí que se trataba de un traspaso entre amigos.