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Repitan conmigo, no hay crisis migratoria, eso no existe. La migración es un proceso con muchas motivaciones y expresiones que solo se vuelve una crisis cuando fallan las condiciones y estrategias en que se atiende el flujo de personas en movimiento, lo que ocurre durante el traslado, la espera y la integración de las personas migrantes. En el caso de México, el proceso migratorio ha desatado pocas crisis porque aunque ha enfrentado todo tipo de criminalidad organizada y salvo excepciones, se ha dado en condiciones muy precarias, a nadie le ha importado demasiado. Ni a los gobiernos mexicanos, la población mexicana, ni mucho menos a los diferentes ordenes de gobierno de los Estados Unidos ahora atentos a las “olas humanas” que transmite Fox News en horario estelar. Hay que ser claros, salvo momentos de visibilidad extrema de esos pobres que por décadas han cruzado todo un territorio nacional, solo algunas veces han sido nota o preocupación sincera, como cuando 72 migrantes asesinados fueron escándalo internacional (2010), o cuando las imágenes de niños migrantes que conmovieron a la opinión pública estadounidense obligaron al entonces gobierno de Peña Nieto a darle cuentas a Obama (2014). Entonces como hoy, se habló de crisis migratoria, porque los medios de comunicación y las sociedades exigieron a los gobiernos detener el flujo o por lo menos pedir que no se vieran tanto. Pasado el momento y con menos reflectores, la crisis aparentemente dejó de serlo o vaya a usted a saber a donde fueron los miles de los que se hablaba. ¿Quién no recuerda ahora la imagen del niño sirio muerto en la playa?
En el momento mexicano actual lo que tenemos es un escenario en que se ha construido una crisis. Me explico. No podemos negar que quienes hoy pretenden caminar por México para llegar a Estados Unidos han alcanzado un número muy superior a lo que habíamos visto en los patrones de años anteriores, pero decir que por eso su aumento será exponencial y llegará a millones de manera casi automática, es confundir la migración con la producción de salchichas. Ante un número mayor de personas migrantes hay muchas otras variables que debemos considerar para explicar el éxodo lo mismo que para buscar equilibrarlo. ¿Acaso usted ha oído hablar de los gobiernos de origen de estos migrantes forzados a huir? Falta esa pieza de la maquinaria que alimenta el flujo actual y que es central para poder hacer realmente algo y no ceder a las primeras de cambio a las decisiones de Washington de blindar la frontera sur de México, que implica militarizar la vida de las poblaciones fronterizas que por siglos han convivido y que ahora un matón a sueldo exige como pago a su extorsión, “aranceles o plomo”, “migrantes o desestabilizo tu economía y a ver cómo le haces para gobernar”.
¿De veras nadie considera que las sociedades de origen de los migrantes están vivas, activas y deseosas también de ver cambiada su vida y dejar de ser los países señalados solo por sus miserables? En esa región que compone a Centroamérica –que a los mexicanos nos da por mencionar como un todo–, hay sociedades confrontando el poder corrupto (Guatemala), otras que se rebelan hoy mismo contra la imposición (Honduras), y las que pueden, apostando por que sus procesos electorales resulten la vía pacifica para salir de lo que creían su destino irremediable de desigualdad e impunidad (El Salvador, México).
Por tanto, si a los que huyen se les pregunta por qué migran, entonces también se les debe preguntar a los gobiernos responsables de ese miedo lacerante qué están haciendo para evitar la salida de miles que tienen que pasar por un país que se está convirtiendo en su trampa. A México le urge responsabilizar e incluir a esos gobiernos en cualquier plan que busque desarticular “la crisis migratoria”, porque es más fácil que Trump y sus compinches pierdan la reelección que tanto anhelan, a que nosotros nos quitemos el estigma de aceptar ser un tercer país ¿seguro?, con tal de serenarlos.
Profesora/investigadora del Instituto Mora
@migrantologos