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México
es uno de los países que menor impacto ha tenido del éxodo venezolano de los últimos años. A pesar de lo notorio de la presencia de venezolanos en algunos círculos sociales, la realidad es que a México han llegado un número muy menor (40 mil) comparado con Colombia, Perú, Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Costa Rica, Panamá, donde en todos estos países, la comunidad venezolana expulsada por la crisis económica y política de los últimos años esta por encima de las 100 mil personas y hasta un millón solo en Colombia. Es probable que por eso, la crisis en Venezuela vista desde México se ha instalado sobre todo como un tema del terreno diplomático y de geopolítica , pero no se ha visto en sus consecuencias más dramáticas de violación a los derechos humanos que se expresan en la franca huida de casi 3 millones de venezolanos más los que van saliendo cada día. Hay que decirlo con claridad, siempre que hay migración forzada hay incapacidad de un Estado para procesar sus problemas y en el extremo, clara complicidad para hacer invivible un país. Esto es lo que pasa en Venezuela y en todo lugar donde la migración no es una opción sino una salida inevitable a la que las personas acaban resignándose.
Los venezolanos en México no tienen la notoriedad, presencia y bullicio que se observa en otros países donde la presión de la misma diáspora ha hecho visible su llegada numerosa en tan corto tiempo. Aquí no ha sido dilema cómo integrar a dicha población que más bien se ha ido acomodando como puede. En otros países de la región latinoamericana al contrario, incluso hubo leyes y prácticas de apertura hacia el exilio venezolano, aunque desafortunadamente, en países como Chile, Brasil y Perú recientemente se han dado cambios en su políticas migratorias que buscan restringir ese flujo o de plano, cancelar formas de integración hospitalarias.
En México, los venezolanos no han sido el flujo que preocupa especialmente a las autoridades y la sociedad
, porque se parte de una idea a todas luces errónea que supone que la mayoría de los que han llegado al país son personas de recursos económicos solventes, cuando esto es completamente falso para la inmensa mayoría. Así, mientras los ojos mexicanos están puestos sobre todo en las caravanas de centroamericanos que decidieron caminar el país para evitar la criminalidad en su contra, lo cual ciertamente es el principal tema de preocupación en México en este campo, sin embargo, esto no quiere decir que los venezolanos estén en la gloria y mucho menos, que reciban las consideraciones que se esperaría tuvieran dado el momento político en que se encuentra su país.
Lo que tenemos aquí es que muchos políticos, funcionarios, y opinadores mexicanos que abiertamente han pugnado por que el gobierno de López Obrador tenga una intervención más activa en contra del grupo en el poder encabezado por Nicolás Maduro , no han mencionado, ni por error, la necesidad de que México se pronuncie como ese país receptor del exilio del que tanto presumimos, ni mucho menos, que agilice los procedimientos y trámites migratorios que agobian a los que aquí ya han llegado o que facilite incluso un puente humanitario, para permitir la reunificación familiar. Se afanan más en insistir en que se tome partido sin entender que mantener una posición neutral puede ser, en un momento extremo, una ruta de escape a la violencia que una confrontación puede desatar. La apuesta por evitar llegar a ese punto es el mejor llamado a la serenidad que nos puede evitar, a la vez, una situación donde muchos más venezolanos tengan que abandonar su país y decidan, esta vez, llegar a México.
Twitter: @migrantologos