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En México, como en buena parte del mundo, el panorama de la información y el debate público se ha diversificado. En casi todos los casos se trata de una dinámica virtuosa. Las redes sociales podrán ser caóticas y parecidas, de pronto, a un pantano de insultos, pero el balance de la participación universal que ocasionan es todavía más positivo que negativo. Lo mismo ocurre con otras plataformas donde la discusión ha ganado nuevo ímpetu. En YouTube, por ejemplo, ha surgido una nueva arena que, en su mejor versión, abona a la construcción de una cultura de debate y divulgación vigorosa de ideas.
En México, los youtubers son un fenómeno reciente, dinámico e importante. Tienen un público fiel y activo, que los sigue de manera asidua. Pero ese alcance implica también una responsabilidad. En otros sitios, los divulgadores de videos de opinión en YouTube han usado la plataforma para diseminar teorías de la conspiración, calumnias y discurso de odio. Así ha ocurrido en Estados Unidos con la red de youtubers afines a la derecha supremacista, donde Alex Jones, Richard Spencer y otros propagandistas etno-nacionalistas han hecho un daño profundo a la cordura social, corrompiendo con mentiras la más elemental convivencia. Esa versión de YouTube, que siembra la intolerancia y la conspiración, es riesgosa e indeseable.
En México, la relevancia de YouTube como medio de información no hará sino crecer, lo mismo que la visibilidad de sus protagonistas. Hace unos días conversé con el youtuber Saul Soltero, cuyas preguntas desde primera fila en la conferencia mañanera han dado pie a una pertinente discusión sobre el papel del grupo que Soltero llama “youtubers unidos de izquierda” en el debate público en México.
Joven, de trato afable y abogado de formación, Soltero creó el canal de YouTube “El Nopal Times” en 2015. Es socio fundador de Grupo Brolan, una empresa dedicada precisamente al “marketing de influencers”. Además de ser youtuber, Soltero y su empresa se dedican a “incubar talentos”, entre ellos Juncal Solano, del canal “El Charro Político” y Fernando Carmona, que protagoniza “Defensor de la Verdad”. Soltero también apoya los canales “Política pa la banda” y “Alerta México”. Los cinco espacios de YouTube, el de Soltero y los cuatro que ayuda a “incubar”, tienen en común, antes que nada, “el apoyo” al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. “Existe esa simpatía y eso es lo que genera cierta unidad porque nuestros públicos son similares”, me dijo Soltero. Los videos del grupo de Soltero, como los de otros youtubers afines, son siempre claramente lopezobradoristas. “Ven al presidente como un ‘rockstar’”, me explicó un youtuber que no pertenece a la red afín a Soltero. “Utilizan la indignación, esperanza y paranoia de los seguidores de Andrés Manuel para atraparlos”. Funcionan, en suma, como una maquinaria de contenido que alimenta de forma exclusiva a los simpatizantes del presidente, sin ninguna pretensión de objetividad ni distancia crítica. Hacen, pues, propaganda a la medida de su público, algo mucho más cercano al espectáculo que al periodismo. Mientras se asuma como tal, nada hay de malo en ello (aunque no deja de ser curioso que critiquen con frecuencia la genuflexión frente al poder de los medios de otros tiempos para incurrir en ella ahora casi sin excepción).
Pero hay una diferencia entre la propaganda política y el discurso del odio.
Es difícil saber si Saul Soltero y su grupo entienden las consecuencias de darle visibilidad al prejuicio, como lo hicieron en días pasados con una de las figuras más tóxicas, homófobas, misóginas y racistas de la escena mexicana. Soltero justifica el amplio espacio que ha otorgado a ese tipo de retórica con una suerte de defensa de la equidad: “hay que apostarle más a la madurez de las personas, que cada uno le dé credibilidad a lo que crea más sano, más completo”.
Esto es, en el mejor de los casos, ingenuo. Al ceder horas del foro a los protagonistas del prejuicio y el odio, y asumir su discurso como incontestable, Soltero y su grupo legitiman automáticamente el prejuicio frente a su numeroso público. Soltero insiste en que su intención, además de contar con audiencias cada vez mayores, es promover el debate constructivo, hacer algo que se acerque al periodismo, profesión que, por ahora, le es ajena. La intención es loable, pero no su implementación. El debate es imposible cuando uno de los involucrados se dedica a la calumnia y la agresión. El odio es irreductible; la teoría de la conspiración lo es mucho más. La inigualable plataforma digital que es YouTube, que en México gana influencia merecidamente, no debe convertirse en escenario propicio para los profetas de la discordia. Los youtubers, que se precian de defender una nueva y más libre forma de comunicar, deberían advertirlo. Están a tiempo. Su público, cada vez más grande, lo agradecerá.