Nadie debería presentarse como el portavoz de otra persona. Sin embargo, eso no me impide preguntarme qué mensaje “heredé” de mi abuelo, José Revueltas, a los 50 años de la masacre del 2 de octubre del 1968. Hago hincapié en el hecho de que, a pesar de haberlo conocido poco, se trata de mi abuelo. Puedo suponer que algunos elementos de mi breve cercanía con él pueden aportar un mejor conocimiento cuando menos de algunos aspectos de su persona y de los sucesos del 68 que le están tan estrechamente vinculados. Recuerdo ese 2 de octubre que mi madre Andrea, compartiendo las convicciones de su padre, fue al mitin de las Tres Culturas y tardaría una eternidad en volver por sus hijos; luego, me vienen a la mente mi abuelo en prisión, las dos o tres veces que fui a visitarlo a la cárcel, y, sobre todo, el sentimiento de opresivo autoritarismo que se respiraba en esos momentos en Lecumberri. Posteriormente, recuerdo también algunas de sus amistades posteriores al 68. Por ejemplo, su cercanía a la familia de Artur London o su relación con el filósofo francés Henri Lefebvre, ¿cómo entender estos momentos y estas facetas de Revueltas? ¿qué nos dicen de los sucesos del 68? Por una parte, es evidente que, al participar en el movimiento del 68, Revueltas lo hace a manera de acto de resistencia de un individuo ante el Estado autoritario que dominó casi todo el siglo XX mexicano. Valga subrayar que, a diferencia de otros, Revueltas sufrió en carne propia las consecuencias de sus opiniones y fue acusado, falsamente, de “... robo de uso, despojo, acopio de armas, homicidio...”. No debemos victimizarlo, pero tampoco merece que olvidemos lo que efectivamente padeció. Por otra parte, luego del 68, Revueltas simpatiza con disidentes y críticos del estalinismo; algunos exiliados en Francia tras haber sufrido la persecución por parte del régimen comunista checo. En otras palabras, a pesar de su fuerte inclinación marxista, el Revueltas que tuve la fortuna de conocer, aunque fuera poco, se me presenta como un escritor que buscó defender al individuo y a la sociedad contra los dogmatismos de las ideologías y frente al poder del Estado. De hecho, esta lectura lo confirma Revueltas en su Manifiesto de huelga de hambre escrito en prisión: “...son las universidades, los centros de educación superior, es decir, la conciencia despierta de una juventud que ya no ha podido mantenerse sometida a la irrespirable servidumbre de un monopolio político que, sobresaturado de poder convierte el más sencillo ejercicio de la libertad y los derechos ciudadanos en un delito contra el Estado” (Manifiesto de huelga de hambre, p. 219). Si esta lectura es correcta, sólo una sociedad más democrática, con pesos y contrapesos al poder, con órganos verdaderamente autónomos, sin pactos de impunidad, con un poder judicial que se respete, será fiel a la herencia que nos dejaron, a todos los mexicanos, Revueltas y todos aquellos ciudadanos que hace 50 años fueron pacíficamente a mostrar su rechazo a un poder opresivo en la Plaza de las Tres Culturas.

***En la foto: José Revueltas, escritor y activista. (ARCHIVO EL UNIVERSAL)

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