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El Tianguis del Chopo , en sus inicios en los 80, engendró el primer centro de exposición e intercambio de viniles , y también dio origen a una extraña raza de coleccionistas en donde confluyeron primero aficionados al rock, luego fans y por último coleccionistas hasta que la música quedó desplazada por las playeras, jeans, armaduras de cuero negro, tenis y una variada gama de artesanías.
Mucho antes de quedar anclado en la calle de Aldama (entre Sol y Luna, en la colonia Guerrero), el tianguis se inició en las afueras del museo. Litto Nebia, cantante de los padres del rock argentino, Los Gatos, hizo la primera compra (minutos antes de quedar formalmente inaugurada la primera explosión de discos y portadas): el primer disco Break it all de los Shakers . De eso fue testigo Jorge Pantoja (que basado en una idea de su hermano Toño convenció a Ángeles Mastreta de la importancia de crear, primero, un centro de exposición, intercambio y más tarde venta de discos) que fingió demencia durante años.
Cuando los discos mandaban en el lugar culturalmente, los expositores, intercambiadores y coleccionistas de cepa cobraron fama y luego fortuna. Uno de ellos, Jesús Bojalil, el célebre Capitán Pijama, cobró fama por vender varios de sus discos. Uno de ellos fue el italiano de Locanda Delle Fate: Forse la Luccciole Non Si Amano Piu, alcanzó proporciones de dinero estratosféricas. Y los de Frank Zappa y los Mothers of Invention, ni se diga.
Sin embargo, las ediciones de LP nacionales de rock dieron origen a los sabelotodo, gurús y presumidores profesionales que sacan a la menor provocación al San Benito de todos los discos “hechos en México”: Kaleidoscope , del que se anuncia pronto una edición especial en booklete con la historia de quien lo tuvo, quien lo tiene, costos en el extranjero y últimas historias.
Otros que cotizan en la bolsa de valores del rock mexicano también tienen su historia y sus bonus. Por ejemplo el Arau a GoGo , que anda entre 10 y 12 mil pesos, y que produjo Ernesto Alonso, del que existe una miniedición remasterizada con lo escrito por Carlos Monsiváis, ilustrado por José Luis Cuevas y Vicente Rojo; musicalizado por Julián Bert y cantado por Alfonso Arau y los Tepetatles . También una remasterización con bonus (sus raros track que salieron en sencillos y extended play) de Los Monjes, en vivo en el Politécnico.
El de El Tarro de Mostaza , el de Toncho Pilatos, el primero de Dangerous Rhythm, el de Bodo Molitor, creador de la portada más horrenda del rock mexicano (Kaleidoscope), los de Avándaro, La Revolución de Emiliano Zapata, Bandido, el Hecho en Casa, de Nuevo México y otros más como el del que fuera sospechoso de haber matado a (sin probársele) Manuel Buendía: Juan Rafael Moro Ávila: Asociación delictuosa, con actuación en directo en el Reclusorio Norte del “Serpico-Mexicano de la DFS”, policía de élite en tiempos del sanguinario Miguel Nazar Haro.
Entre una que otra rareza, está la colaboración en disco de Juan Villoro con dos Caifanes (Diego Herrera y Alfonso André) y Federico Fong y Javier Calderón, basado en los relatos cortos “Hasta que nos caiga el veinte”, del escritor. Cotizan fuerte los nacionales.
pepenavar60@gmail.com