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La primera vez que el grupo músico-comediante argentino de Les Luthiers vino a picar piedra a México lo hizo en el Palacio de Bellas Artes, que no cualquiera. Desde entonces, sus habituales recitales en la CDMX (principalmente en el Auditorio Nacional) se han hecho acostumbrados para los que celebran el humor inteligente de sus puestas en escena, donde cualquiera que aprecie lo que hacen, sale por lo general muy complacido.
Verlos en el coloso de Reforma no siempre ha sido posible por cuestiones de los moños que se han puesto algunos empresarios que los han traído. Sin embargo, siempre ha habido un modo cuando se ponen rejegos.
Que se sepa, es la primera vez que la legión de los vivos (Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Tomas Mayer-Wolf, Martín O’Connor y Horacio Tato Tarano), no llenan a tope el Auditorio. No es cosa de ellos sino del empresario y la publicidad manejada para la ocasión. Sólo se extrañó parte del tropel de los muertos: su fundador, Gerardo Mansana y Daniel Ravinovich y Carlos Núñez Cortés, que al amparo de su creación, el célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero, proporcionaron con sus compañeros un entretenimiento de probado culto al pasar de los años 60, en que se iniciaron.
En el caso de Les Luthiers, es célebre su inventiva en cuanto a instrumentos poco ortodoxos y su utilización en escena, como se gozó con la antología (Viejos Hazmerreires) que ahora presentaron los que se hicieron acreedores al Premio Princesa de Asturias 2017. Un programa de lujo repartido a los concurrentes da buena cuenta en pocas, pero escogidas críticas, de parte de su trayectoria, el equipo técnico del que hacen uso y la selección de extractos de sus obras distinguidas
Con títulos como la zarzuela “Las majas del Bergantín”, “Loas al cuarto de baño” (una obra sanitaria), “Así hablaba Sali Baba” (verdades hindudables); o la música en serie: “Quién mató a Tom McCoffee”; el vals culinario: “Receta postrera”, la bosa libidinosa “Amor a primera vista”, “Pepper Clemens sent the messenger nevertheless the reverend left the herd” y la inimitable y sabrosa, “Cumbia epistemológica”, “Dilema de amor”, estos argentinos maniobraron a su antojo los delirios del público.
Para los que no pudieron ir, por imprevistos o por desubicación intelectual, está su imprescindible colección de discos y la insuperable de DVD, con obras desde 1986 al presente con títulos inesperadamente divertidos con atrevimientos culturales en antologías y provocaciones al estilo de “Lutherapia”, “Los premios Mastropiero”, “¡Chist!”, “Humor dulce hogar”. “Viejos fracasos”, “Todo porque te rías”, “Las obras de ayer (El Refrito)”, “Mastropiero que nunca”, “Hacen muchas gracias de nada”, “Grandes hitos”, o “Bromato de Armonio”.
En muchas inventivas salen a relucir sus originales instrumentos de inspiración propia, como el Bass Pipe a Vara, el tubófono silicónico cromático: el alambique encantador, la bocineta, el Gom horn natural, el Gisófono pneumático y otras iniciativas sonoras, coros y orquesta de seis elementos. El tinglado de percusiones incluye tablas de lavar, la desafinaducha, el campanófono a martillo y otras locuras.
Entre sus muchos colaboradores figura El Negro, Fontanarrosa, creador del mítico mercenario y asesino, “Boogie el aceitoso”, del que ya preparan una oda.
pepenavar60@gmail.com