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La editorial hispana Malpaso, una de las más importantes para publicar bios y epopeyas roqueras en lujosas, bien documentadas y cuidadas ediciones, le dedica dos libros fundamentales a uno de los autores más importantes del periodismo cultural en México: Carlos Monsiváis (1938-2010). El consultorio de la doctora Ilustración (Ph.D.) y El regreso de la doctora Ilustración (Ph.D.).
En el primer volumen con prólogo e ilustraciones de Rafael Barajas, El Fisgón y el segundo, prologado por el historiador fidedigno Lorenzo Meyer, con lustraciones de Darío Castillejos, se rescatan los mejores y más sabrosos textos de cultura, política y anexas que se ventilaron en el consultorio de la doctora, como anexo a su columna Por mi madre bohemios, escrita durante 40 años.
Monsi, que en su momento se metió al santo grial roquero convertido en hoyo fonki, para dar cuenta de las andanzas de Paco Gruexxo en el legendario Salón Chicago de Peralvillo (en un texto genial publicado en su libro: Escenas de pudor y liviandad, y también presenció la guerra de sillas voladoras del infame y peligroso concierto de Los Union Gap y The Byrds, producido por los hermanos Castro en el Estadio de la Ciudad de los Deportes, y dejó testimonio de él en el libro Días de guardar.
El mismo Monsiváis que iba a consulta cinematográfica con el doctor Juan Heladio Ríos en el Tianguis Cultural del Chopo, a ver si tenía la trilogía de los colores (Azul, Blanco y Rojo) de
Krzysztof Kieslowvski, y se sorprendía cuando Rubén Sano le decía al galeno, ofrécele Amarillo, con un ¿Ya salió? El de la Portales que buceó con tibiris, tropicalocos y sonideros, el que psicoanalizó a Gloria Trevi y redefinió las fronteras del infierno musical: un disco de Ray Coniff, uno de Julio Iglesias y otro de Timbiriche, aparte de saber quién era Dick Tracy en su búnker cultural particular.
Muchos de los que le escribieron a la doctora en busca de consejos para justificar su condición de estrambóticos y afligidos y esperar milagros, recibieron de alguna manera su merecido con su sello particular corrosivo e hilarante de mujer temible, de humor socarrón contundente y a la cara, a lo largo de los años 70 y 80, según consta en las páginas y recetas médico-tragicómicas del suplemento “La cultura en México”, de la revista Siempre.
Las consultas a la doctora boa de cascabel parecen decirlo todo: “Vida, nada me debes, vida ¿no podrías hacerme un homenaje? Desde que se inventaron las estatuas, se acabó el heroísmo individual. No por mucho agonizar resucitas más temprano. El televidente vive hasta que el rating perece… aparte de los textos escogidos, incluso se ofrece, a manera de relevo generacional, la aparición de Superclóset (el ocultador de las causas perdidas, el maquillador de entuertos) para que éste iniciara su consultorio laboral.
Y siguió la doctora recetando a diestra y siniestra: El que con lobos anda a sentir amenazada de extinción su especie se enseña. Ya saliste de la tumba. Ven y baila chachacha. Yo soy el mero líder obrero, y al que no le guste que se ponga en huelga. O no tiene la culpa el indio sino el refrán que es racista. Si los lugares comunes se volvieran elitistas, ¡Qué pérdida de tiempo tan grande para la democracia! Al que madruga, nadie lo despierta. El que da y quita con el fisco se desquita. Si todos somos corruptos, ¿Por qué no buscamos un nombre más bonito a la corrupción? Es una verdadera lástima que a la doctora no le haya tocado todo esto de la cuarta transformación y las consultas populares a la menor provocación.
pepenavar60@gmail.com