Lo bueno de Netflix en su plataforma de documentales, que se renueva constantemente, es que ofrece siempre algo nuevo, más en materia de documentales de corrupción de denuncia sobre putrefacción empresarial, codicia provocadora y voracidad sin límite en quienes la ejercen, por lo único que para ellos vale la pena: el dinero sucio (Dirty money). La primera temporada de la serie con seis episodios la coordina el ganador del Oscar en la especialidad de documentales que calan, Alex Gibney, que destapó el escándalo Enron (Los tipos listos del salón), la cienciología (Going clear) y los papeles de Wikileaks (Vendemos secretos). Todos los exhibidos investigados son puestos a disposición, poniendo en evidencia el modus operandi de corrupción hasta extremos casi inconcebibles. Desde el “Diesel limpio” en el escándalo de Volswagen (“Hard nox”) que se volvió una pesadilla empresarial, hasta uno dedicado al mismísimo Donald Trump (El Hombre de Confianza), en donde gente cercana al esperpento naranja da una versión bastante turbia del tipo y el origen de su fortuna, arrogancia y los hechos que ha manipulado y malversado a su antojo, pasando por el dinero rápido de los “préstamos por un día” en una salvaje cadena de estafa orquestada entre los que menos tenían por el piloto de carreras, Scott Tucker, vividor fuera de un contexto real, usurero de tiempo complejo y sabandija profesional, que vivirá los próximos 16 años en prisión.

Otros episodios de la serie que revela el termómetro de la corrupción son: “La venta corta y las farmacéuticas”, en especial el caso de la abusiva y transa, Valeant, que comerciaba con la salud de millones. Los banqueros no están a salvo: el documental acerca del gigante bancario HSBC y sus nexos con los cárteles de la droga mexicanos revela una inquietante realidad sangrienta y fuera de ética, más allá del descabezamiento y los colgados en los puentes; lo mismo que el caso de la posesión más sagrada de Canadá: el Jarabe de Arce. Entre los 50 y 77 minutos por documental, nadie puede presumir de salir con credenciales de no afectado en esta vorágine de codicia puesta en el orden del día por streaming.

Gibney, que sale en el episodio de Volswagen, decepcionado del coche, no sólo le ha dado espacio investigativo a los actos más descarados de corrupción, también le ha dedicado tiempo a celebridades como Frank Sinatra (a profundidad), deidades del rock como Jimi Hendrix y el padrino del soul y ministro del funk: James Brown; ha producido para PBS una casi increíble miniserie dedicada al blues. En sus documentales ha afirmado que “La objetividad está muerta. No existe la objetividad, cuando estás haciendo una película, no puede ser objetiva”. El tipo ha sido considerado como uno de los 25 visionarios que han cambiado el cine en la actualidad.

Entre otras inquietantes historias que ha abordado y filmado, figuran: Taxi al lado oscuro, Gonzo: la vida y obra del Dr. Hunter S. Thompson, Mea Culpa: El silencio en la casa de Dios, Park Avenue: dinero, poder y l sueño americano, La mentira de Armstrong y Steve Jobs: El Hombre en la máquina, y otros documentales premiados. Varios de estos trabajos están disponibles aquí en DVD, algo insólito en un país tan alejado de la mano de Dios en materia de oferta digital y tan cerca del diablo de lo corriente. La dirección de los documentales de Dirty money es múltiple y figuran, además de Gibney: Erin Lee Car, Kristy Jacobson, Jesse Moss, Brian McGuinn y Fisher Stevens.

pepenavar60@gmail.com

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