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¿Qué tantos ven las series, cuando la fugacidad de las imágenes es tan vertiginosa que no da tiempo para estacionarnos en las que, en realidad, valen la pena? Si de por sí hay muchos que las desdeñan, los adictos a la novedad cuya información corre de boca en boca, sólo en excepcionales condiciones se enganchan con lo nuevo y novedoso. Un público disperso más raro y menor, gusta de ir a las fuentes de inspiración, para acabar descubriendo lo esencial de las historias que han marcado a generaciones.
Lo policiaco, sobrenatural, alienígena; thrillers ingeniosos, lo fantástico llevado a extremos demenciale s, lo insólito y lo inesperado a veces se apodera de una audiencia desprevenida. Mientras, lo que se debe ver como parte y desarrollo de las series, se queda pasmado sólo como un referente histórico de cómo era la tv serial en otros tiempos idos. ¿Cuántos se atreverían hoy a ver la aclamada serie dramática policiaca The Wire, de cinco temporadas con 60 episodios de cómo corre y es contenida la droga en los barrios bajos de Baltimore, donde quedan al descubierto los intrincados mecanismos jamás expuestos del narcotráfico en 2002?
¿Cuántos regresarían a las fuentes primigenias de Los expedientes secretos X de sus primeras y magistrales nueve temporadas?, donde Chris Carter, su creador, luego de beber de la historia y complejidades de La dimensión desconocida y Rumbo a lo desconocido, creó los míticos episodios de referencia de toda una generación. La verdad muy pocos, por no decir nadie, que prefieren perder el tiempo con robos descarados o refritos como Strangers things y tonterías sin propuestas estables.
Hasta los fans de David Lynch dudarían de embarcarse en las primeras temporadas de Twin peaks, a menos que tuvieran el aliciente de haber visto su tercera temporada (que ocurre a 25 años de las dos primeras) y quisieran desentrañar el misterio del asesinato de Laura Palmer, que admite hasta cameos de David Bowie, y actuaciones demenciales de Lynch y sequito de freaks que lo acompañan.
Carnivale (2003) el fantástico y sobrenatural drama de circo freak de dos temporadas con 24 episodios de riguroso culto, e incluso Baevis y Butt-Head, la serie de animación Mike Hudge, sobre dos jóvenes canallitas amantes del heavy metal que viven en la estupidez perpetua, caen en el cajón del olvido, cuando deberían verse, lo mismo que Deadwood (2004), el western de redescubrimiento del viejo oeste en la fiebre de oro de 1876. ¿Y qué decir de la increíble Los Sopranos: seis temporadas y 86 episodios de antología y pésimos actos de barbarie criminal para reír y llorar, que revolucionaron en su momento la tv.
En ese mismo estrato nostálgico se encuentra el neo-noir mafioso y criminal basado en hechos reales en los años 20 (Boardwalk Empire), donde Steve Buscemi impone sus reglas. Si hay problemas en ver las series viejas, imaginemos el problema al que se enfrentan sagas y franquicias como El Padrino. Alien, Sin city, Dirty Harry, la pre Hannibal Lecter, Manhunter, Night of the living dead, Crepshow, Mad Max, Ed Wood, The Raid, Phantom of Paradise, Zeigest, Horror of Drácula”… y no se diga la parte mexicana imposible con figuras como Fu Manchú (La mujer sin cabeza, As Negro, El espectro de la novia), La trilogía de la Momia Azteca, El Vampiro y muchas entrañables más.