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La Alternativa para los discos físicos (si no se es de la fracción fundamentalista que exige tener el producto físico para acariciarlo fetichistamente mientras se escucha) se llama, hasta ahora Spotify.
Si no se es muy exigente con la cuestión del sonido, está bien en su acepción gratuita para escuchar, miles de canciones. Ahora bien, por el contrario, con un costo de 150 pesos (con varias opciones para compartir), se puede acceder a la versión Premium (sin comerciales).
Si se quiere la perfección de sonido en versión compactada, basta una inversión de 5 mil pesos (promedio) para hacerse de un sistema de sonido que garantice la experiencia de un sonido total y envolvente. Digamos que un sistema Logitech, equipado con sonido TXH con un par de bocinas y un super woofer, está más que bien, ya que proporciona un rango muy aceptable de sonido que nunca distorsiona ni llegando al tope máximo, que ya es como estar en los primeros 10 metros de la experiencia del rock de estadio.
Pero lo mejor es la fonoteca que uno puede crear en la computadora con el artista que quiera (presumen unos 30 millones de canciones), guardando no solo canciones por separado sino teniendo a la mano toda su obra: discografías completas, álbumes fundamentales y versiones de remezclaje casi inimaginables. La exploración por artista y discos arroja una puesta al día de grupos, solistas y discos concepto. Lo demás es ordenarlos por gustos de preferencia de melodías o discos completos, más nuevas versiones remix.
Las listas son tan casi totalizadoras en álbumes y canciones, que es como un curso de apreciación y conocimiento musical hasta para los especialistas que, teniéndolo como guía, luego lo convierten en disco físico, dependiendo de gustos y preferencias (y hasta perversiones sonoras) del cliente.
Un vistazo parcial de lo que ofrece Spotify puede remitir, por ejemplo, a la discografía total de los neozelandeses de Split Enz, perdiéndose sólo la parte fetichista de abrir la versión física de su famoso True Colours y encontrarse con la primera edición marmoleada cortada con sistema láser de la historia. Está también toda la edición discográfica de los glamurosos de Roxy Music, con nuevas versiones de sus clásicos remasterizados, o los uno y casi mil discos de los texanos de Sir Douglas Quintet o todos los álbumes de los miembros del Salón de la Fama europeo, Dragón, producidos alguna vez por Todd Rundgren.
Los italianos que en materia de rock progresivo siempre se han cocido aparte, vienen en sus variantes más completas. Ahí están por ejemplo trabajos de Ana Oxa (la versión femenina italiana de Bowie), Equipe 84, PFM (viejos conocidos del público mexicano) y los hace años cotizadísimos discos de agrupaciones como Locanda delle fate (uno de ellos, el totalizador Forse Le Luccione Si Amano Piu, por el que llegaron a ofrecerse sumas estratosféricas en su época —1978— en el mercado cambiario del progresivo en el Tianguis del Chopo).
Otro grupo emblemático de la Italia popgresiva que uno halla siguiéndo los lineamientos de la plataforma son los 24 álbumes de Matia Bazar (grupo que en su momento podía, según la crítica, hacer música del pasado, presente y futuro). Todas las trayectorias, éxitos instantáneos nacionales e internacionales, álbumes, tirajes limitados están disponibles como guía autorizada para luego, si se quiere, acceder al mini LP artesanal.