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Una de las consecuencias inmediatas de la mala planeación en el desarrollo ecológico y urbano territorial es la pérdida acelerada de la disponibilidad de agua dulce para consumo humano, agrícola, ganadero, comercial e industrial.
México se encuentra ubicado en la región tropical y subtropical del planeta donde se tienen zonas desérticas. Muchos piensan que nuestro país es todo verde, pero esto no es así. La precipitación pluvial tiene una marcada diferencia a lo largo del territorio.
Mientas que en el sureste tenemos lluvias hasta de mil 500 milímetros al año, en la parte norte de Baja California hay zonas desérticas donde nunca llueve y en promedio están por debajo de los 50 milímetros al año. En los últimos 65 años, la pérdida de disponibilidad de agua dulce en el país ha sido dramática, pasando de 18 mil metros cúbicos por habitante en 1950, a 4 mil en 2015.
Sin lugar a dudas, una de las regiones con mayor estrés hídrico debido a la pérdida de disponibilidad de agua es la región del Valle de México, ocupada por la Ciudad de México y su área conurbada (principalmente municipios del Estado de México).
La Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) alcanza los 20 millones de habitantes, convirtiéndola en una de las ciudades más pobladas del mundo. Es impensable una situación sin el abastecimiento suficiente de agua; sería un colapso de dimensiones catastróficas y además representaría una crisis social inmanejable.
Aunque nadie espera una situación de tales dimensiones, la verdad es que los datos técnicos sobre los acuíferos que aportan 70% del abastecimiento total, demuestran que vamos directo a ello.
¿Cómo es posible que ante la evidencia técnica sobre un escenario crítico que se avecina en materia de agua, se sigan autorizando desarrollos inmobiliarios cuando ya no se puede garantizar el abastecimiento de agua?
La respuesta está en la corrupción y pésima planeación urbana con falta de visión de largo plazo, situaciones que debemos cambiar radical e inmediatamente.
La falta de agua pone en riesgo a millones de personas. Si a la nula planeación urbana sumamos la pérdida de áreas verdes, zonas agrícolas, bosques y finalmente, la omisión por parte de las autoridades municipales que permiten asentamientos en áreas de riesgo, como zonas federales de ríos, barrancas, zonas inundables y fallas geológicas, entonces la realidad es que la ZMCM no ofrece seguridad futura.
La anterior administración presumía a nivel mundial que la Ciudad de México era ejemplo de sustentabilidad.
Nada más falso que esto. Estamos muy lejos de ser una ciudad sustentable y mucho menos resiliente, como constantemente se afirmaba en foros internacionales.
Estamos más bien en una situación de verdadera emergencia y es necesaria esta reflexión. No hay agua suficiente para garantizar el abasto en los próximos años y se requieren acciones e inversiones muy importantes, nuevas fuentes de abastecimiento, reducir al máximo posible las fugas, modernizar los sistemas de medición y cobranza, tratar y reusar el mayor volumen posible de aguas negras, y muchas campañas de concientización sobre el uso y cuidado del agua.
Una verdadera política de descentralización debe impulsar el desarrollo en varias partes del país para frenar la fuerza centrípeta que mueve la migración a la ZMCM y a la vez, tiene que ir de la mano con un programa de reordenamiento urbano de la región que establezca el límite al crecimiento y garantice la viabilidad de los servicios, especialmente el acceso al agua.
@JL_Luege