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Desde hace más de 15 años he tratado con preocupación el tema relacionado con la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) en el último reducto del antiguo Lago de Texcoco; especialmente en 2014 cuando se tomó la gravísima decisión de llevar a cabo el proyecto en dicha región. Curiosamente, ahora vuelve a cobrar relevancia por cuestiones meramente electorales.
En su momento publiqué varios documentos con evaluaciones de carácter técnico basados en datos oficiales sobre por qué la opción de construir el NAICM en el vaso del Lago de Texcoco me parecía una decisión equivocada. Publiqué también un análisis sobre la construcción del nuevo aeropuerto en Tizayuca como una opción viable en términos aeronáuticos, ambientales, económicos y sociales.
La actual administración se jacta de tener una visión sostenible y de desarrollo de largo plazo, defendiendo uno de los mayores proyectos (en términos de inversión e impacto) en la historia de la Ciudad de México y de todo el país, completamente contradictorio con lo que realmente es sostenible y que pudiera generar un verdadero desarrollo a largo plazo. Nos enorgullecemos de un proyecto arquitectónico de “índole mundial”, que de verde y sustentable no tiene más que el bosquejo. Al tomar una decisión de esta envergadura, los responsables no evaluaron a fondo lo que implica destruir la principal zona reguladora hidrológica de la Cuenca del Valle de México.
Como Director de la Conagua me tocó enfrentar las graves consecuencias de la inundación en el oriente de la Ciudad provocada por la tormenta tropical Arlene en 2011. De no haber podido enviar gran parte del volumen de agua a la zona federal donde hoy se construye el NAICM, los daños para Ecatepec, Nezahualcóyotl y la delegación Gustavo A. Madero, hubieran sido catastróficos.
Como funcionario federal busqué salvar el Plan Lago de Texcoco, vigente desde su aprobación por Decreto Presidencial en 1971. Era quizás el proyecto de remediación ambiental más ambicioso de la historia, pero fundamental para garantizar la sustentabilidad de la Ciudad de México en el largo plazo. La decisión de construir el NAICM en esa zona lo canceló para siempre.
Al perder esta importante área natural de inundación, me parece imprescindible – aunque sea al calor de las campañas–, la discusión y evaluación sobre los impactos ambientales, urbanos, económicos, sociales e hidrológicos, que considero, no fueron evaluados correctamente.
Hablar de cancelar un proyecto así porque sí cuando se han firmado 271 contratos que comprometen alrededor de 130,000 millones de pesos parece muy difícil. Independientemente, se deben revisar las acciones que hay que llevar a cabo para la mitigación del impacto ambiental: 1) exigir el Programa de Ordenamiento Ecológico Regional que oriente los planes de desarrollo urbano municipales y que eviten un desarrollo descontrolado en la zona oriente de la Ciudad y la ocupación de miles de hectáreas agrícolas y de terrenos federales; 2) realizar las obras necesarias para garantizar la regulación hidrológica sustituta de la gran capacidad reguladora del vaso del Lago de Texcoco; y 3) evitar a toda costa la destrucción del Lago Nabor Carrillo.
Como muchos, defendí la opción de Tizayuca para construir el NAICM que incluía un tren rápido, mejorar y modernizar el actual AICM, modernizar y ampliar el Aeropuerto de Toluca, mejorar y renovar la Base Militar de Santa Lucía, y además, retomar el Plan Lago de Texcoco con un Parque Ecológico donde todos los habitantes de la metrópoli pudieran disfrutar del deporte, del esparcimiento y de la naturaleza.
Nadie se ha opuesto a un nuevo aeropuerto porque es evidente que desde hace años la Ciudad de México necesita más de uno, como sucede en la mayoría de las grandes ciudades en el mundo. Pero no uno solo bajo la política concentradora y centralista que tanto daño ha causado. Para cambiar el rumbo del país y de la Ciudad se necesitaban cuatro aeropuertos que operaran bien en los alrededores de la metrópoli; además, un conjunto de lagos y lagunas de regulación que captaran agua de lluvia que nos protegiera de inundaciones; y finalmente, un Parque Ecológico que limpiara el aire que respiramos millones de mexicanos y que permitiera involucrar a los jóvenes en el deporte.
Esto hubiera puesto a México a la altura de los grandes, tal y como se merece nuestro país. Teníamos todo para lograrlo, sólo faltó voluntad política para querer hacerlo. Pero bueno, dada la realidad actual, hagamos los diagnósticos necesarios y hablemos del NAICM. Propongo se aproveche la coyuntura para discutir a fondo el análisis del impacto ambiental del NAICM y las acciones y proyectos necesarios para su mitigación.
twitter: @JL_Luege