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Las discusiones en los últimos días respecto al futuro del nuevo aeropuerto son un falso debate. Se han centrado en una segunda opción que podría ser la Base Militar de Santa Lucía, dejando fuera la parte más controvertida de Texcoco, que es el impacto ambiental.
Fui invitado por parte del equipo de transición del presidente electo, junto con un grupo de especialistas, para la revisión de la seguridad hidrológica del NACM y de la zona oriente de la Ciudad de México, en función de las obras que se están llevando a cabo. Después de un arduo trabajo, la conclusión fue que a pesar de obras muy importantes que se llevan a cabo, las condiciones de seguridad frente a inundaciones no son suficientes y se requiere mucha mayor inversión de lo que está previsto.
Esto lo advertimos hace seis años durante el periodo de transición del gobierno de Calderón al de Peña Nieto. Como entonces director de la Conagua y parte del equipo de transición, hice entrega de un documento técnico cuya conclusión era la incompatibilidad de la construcción del NACM en la Zona Federal del Lago de Texcoco (ZFLT). Este documento, eminentemente técnico, no fue tomado en cuenta.
Cuando en septiembre de 2014 se presentó el proyecto del NAICM y tuvimos la oportunidad de revisar la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), señalamos entonces, al igual que durante la transición, que ubicar el polígono justo en la ZFLT era un error debido a que afectaba el Plan Lago de Texcoco. Éste consistía en un ambicioso programa de rescate ambiental aprobado por decreto presidencial en 1971, con un conjunto de acciones y servicios ambientales importantes. Por ejemplo, la construcción del Lago Nabor Carrillo, que generó un microclima favorable en la zona oriente y que recuperó la condición de hábitat de aves migratorias.
Hay omisiones muy graves en la MIA, dejando fuera los principales impactos ambientales del proyecto, mismas que señalo a continuación.
No hace mención al Plan Lago de Texcoco, cuando en la práctica, el proyecto del NACM lo elimina. No dice nada sobre el cambio de orientación de las pistas respecto al proyecto original de 2002 en la administración Fox; las mueven nada menos que 45 grados para quedar en la dirección norte–sur. Dicha variación elimina la operación de la Base Aérea Militar de Santa Lucía y destruye el Lago Nabor Carrillo como hábitat de aves migratorias; esta situación gravísima, la MIA simplemente la omitió.
El abastecimiento de agua en los alrededores del NACM, se hace por medio de pozos profundos del acuífero de Texcoco, mismo que está sobreexplotado. La disponibilidad del acuífero publicada en el DOF este año es CERO y para ser más precisos, el déficit es de 400%; es decir, se está extrayendo cuatro veces su recarga. Esta situación crítica tampoco es considerada.
La MIA se aprueba sin una idea del programa de ordenamiento territorial; es decir, nadie sabe hacia dónde será el crecimiento urbano promovido por el NACM ni cómo se garantizarán los servicios. Tampoco existe un plan integral de movilidad, de manera tal que no se pueden evaluar los impactos ni los costos de las obras necesarias.
Uno de los factores que incrementa el riesgo de inundaciones es el hundimiento del suelo, que va de 20 a 40 cm por año. Éste es causado por la sobreextracción de agua del acuífero y por el tipo de suelo que corresponde a una profunda capa de arcillas que se comprimen aceleradamente, afecta gravemente a todos los drenajes superficiales de aguas negras de la Ciudad, tanto en canal abierto como en ductos que han perdido su desnivel original.
Resulta que en la ZFLT, donde está el polígono del NACM, llegan la mayor parte de estos desagües. Esta situación que pone en riesgo a millones de personas, tampoco fue evaluada correctamente en la MIA.
El tema de fondo son los graves impactos ambientales del NACM que no fueron bien valorados. Considero una oportunidad en este momento del debate, que más que una consulta pública, se haga una revisión de fondo sobre los impactos y las propuestas de acciones y obras tanto de mitigación como de compensación.