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Unos de los mayores obstáculos que frenan el desarrollo armónico y sustentable en nuestro país son la mala planeación así como el nulo respeto al ordenamiento ecológico del territorio y a la vocación natural del uso del suelo.
Recientemente se publicaron 10 decretos para reservas de agua en varias cuencas hidrológicas del país para garantizar así el gasto ecológico. En teoría está muy bien y nadie podría oponerse a ello; sin embargo, la realidad es muy distinta, porque anualmente se pierden miles de hectáreas de bosques y selvas que son la fuente principal para que haya agua en las cuencas. Si no hay bosque, no hay agua.
A la pérdida de bosques y zonas de recargas de los acuíferos se suma la pérdida del suelo que termina azolvando ríos, lagos y presas, disminuyendo los volúmenes de escurrimientos. Lamentablemente, a esto debemos sumar la fuerte contaminación por agroquímicos y la falta de tratamiento de aguas negras municipales que están generando una terrible contaminación en todos los cuerpos de agua, tanto superficiales como subterráneos.
El ordenamiento ecológico territorial es el instrumento de política ambiental cuyo objetivo se dirige a regular e inducir los asentamientos humanos y las actividades productivas acordes a la vocación natural de los usos del suelo, con el fin de lograr la protección del medio ambiente y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aprobó el Programa de Ordenamiento Ecológico General del Territorio (POEGT), mismo que establece —con una visión de largo plazo— la normatividad a la que se deben ajustar todos los actores en los tres órdenes de gobierno para establecer sus planes de desarrollo regionales.
Este sistema de planeación de la Semarnat se comparte con los planes de desarrollo urbano bajo la responsabilidad de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), que –me parece– no siempre van de la mano. En general, no ha habido una buena coordinación entre las dos secretarías, provocando un verdadero caos en el sistema nacional de planeación.
En la administración del presidente Enrique Peña Nieto se creó la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Un acierto, en principio, pues sumaba las valiosas herramientas de la vieja Secretaría de la Reforma Agraria y buscaba conjuntar las responsabilidades tanto de la planeación ecológica como del desarrollo urbano. Desafortunadamente, en la práctica esto no ha ocurrido y hoy en día continúan los esquemas de planeación del territorio separados entre varias secretarías, sin coordinación ni visión de largo plazo.
Es importante que en esta transición del gobierno federal se revise a fondo el tema, con objeto de tener un sólido sistema de planeación para el ordenamiento ecológico territorial.
Mucha gente piensa que nuestro país es todo verde y que contamos con mucha agua, pero esto no es así. México se ubica en la región tropical y subtropical del planeta, donde se encuentran amplias zonas desérticas.
Además, una de las consecuencias inmediatas de la mala coordinación en el desarrollo ecológico y urbano territorial ha sido la pérdida acelerada de la disponibilidad de agua dulce para todos los usos. En los últimos 60 años, la población del país creció de 25.8 millones de habitantes en 1950, a 112.3 en el censo de 2010; en este mismo periodo, la pérdida en disponibilidad de agua dulce fue inversamente proporcional, pasando de 18 mil m3/hab/año en 1950, a alrededor de 4 mil en este momento.
Por ello, resulta imperativo cuidar el agua como recurso vital para el desarrollo de nuestro país y esto sólo se logrará respetando un correcto ordenamiento ecológico territorial.