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Sin importar el resultado de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México deberá modificar su modelo económico, la lección debe ser asimilada.
La evidencia del agotamiento del modelo de apertura maquiladora, de lógica monoglobalizadora y dependiente de la dinámica manufacturera de Estados Unidos, volcada hacia el encadenamiento al exterior al mismo tiempo que se debilitaba la vinculación interna, era contundente desde antes que Donald Trump planteara la necesidad de revisar el TLCAN.
La baja productividad del modelo de apertura mexicano fue puesta en evidencia por las propias instituciones oficiales, la mejor prueba de ello quedó reflejado en las declaraciones del titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, en 2013: “Vemos que en México hay dos historias: una de un crecimiento sostenido de la productividad entre 1950 y por lo menos a mediados de los 70, y otra donde la productividad decae y después se estanca”.
Paradójicamente el segundo periodo citado es el de la apertura económica, cuando en teoría se tenía que propiciar una mayor productividad y competitividad de la economía
Un razonamiento similar fue sintetizado en el proceso de aprobación de la Ley para el Incremento Sostenido de la Productividad y la Competitividad de la Economía Nacional.
De acuerdo con el análisis económico presentado en su exposición de motivos, se puede concluir que el proceso de apertura no ha incidido en el desarrollo económico del país, entre otras razones porque la elasticidad ingreso de la demanda de importaciones ha aumentado y generado un déficit comercial estructural: la nación eleva su dependencia de los bienes e insumos externos para producir de tal manera que su balanza comercial es deficitaria de manera permanente.
La implicación de esto último es un impacto negativo en el crecimiento económico de México.
El análisis es lapidario respecto a las exportaciones, “para que el PIB crezca, por ejemplo, 6%, con los niveles actuales de la elasticidad ingreso de la demanda de las importaciones actuales, las exportaciones deberían crecer 27% anual”. Una cifra inalcanzable para una economía de baja productividad.
De igual forma la revisión es contundente con los beneficios de la Inversión Extranjera Directa, al señalar que no ha generado el acervo de capital necesario en todo el país porque se ha centrado en enclaves: solo tiene una influencia limitada.
El mensaje oficial interno era claro desde hace años: México no puede alcanzar un mejor desempeño en materia de crecimiento económico bajo el actual modelo de apertura, sólo lo podrá hacer con una estrategia orientada al Fortalecimiento Productivo y Competitivo del Mercado Interno, un nuevo modelo que genere una plataforma económica lo suficientemente sólida para poder competir globalmente.
Los monoglobalizadores mexicanos lo negaron e intentaron calificarlo de proteccionismo, el choque ha debido llegar del exterior, bajo la forma de la renegociación del TLCAN.
La historia nos alcanzó cuando Donald Trump cuestionó la viabilidad del TLCAN.
Durante la primer ronda de negociaciones se hicieron visibles tres elementos: el gobierno de Estados Unidos presionará fuertemente para generar cambios sustantivos al esquema de vinculación en América del Norte.
Su visión es propiciar mayores beneficios para su país.
Además buscará hacerlo con rapidez, es una blitzkrieg económica: al conocer que la postura de Canadá y México es netamente defensiva, desea desbordarlos con una negociación rápida y circunscrita a la agenda de Estados Unidos.
Sólo la oposición de las grandes empresas trasnacionales norteamericanas podrá frenarlo: curiosamente la Línea Maginot del TLCAN depende de las empresas de Estados Unidos.
La postura de reducir el déficit comercial y la brecha salarial y el combate a la corrupción es sólo un distractor, el objetivo central es alinear a sus socios a un marco legal mas cercano a los intereses del gobierno estadounidense, no será negociación comercial, va más allá.
Para superar la etapa de renegociación del TLCAN y apostar por mejor futuro, México debe aprender una lección de la historia: la apertura comercial implementada durante los últimos 30 años llegó a su limite, la baja productividad es el reflejo del sacrificio de la industria nacional y de sus vínculos con la educación tecnológica y los servicios de alto valor agregado.
Para tener éxito en los siguientes 20 años, deberá emprender un nuevo camino: reconstruir su sistema productivo, firmar tratados comerciales no es suficiente.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico