Más que intentar evitar la migración, debemos concentrar las inversiones en el desarrollo rural, para que la gente pueda quedarse en sus pueblos y no sea obligada a migrar como el recurso desesperado para sobrevivir.

La migración es una estrategia de vida que nos ha acompañado desde el inicio de nuestra especie. Pero hoy se ha vuelto un desafío humanitario global, donde México y Centroamérica –específicamente El Salvador, Honduras, Guatemala– ocupan un lugar central.

Según el Atlas de la migración en los países del norte de Centroamérica, publicado por la FAO y la Cepal, en 2015 más de 12 millones de mexicanos, 1.2 millones de salvadoreños, 880 mil guatemaltecos y 530 mil hondureños vivían en Estados Unidos. Ese año, la cifra de migrantes centroamericanos en tránsito hacia el norte se estimó en unas 417 mil personas.

Pero en los últimos años este proceso se ha acelerado: según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) durante todo 2018, México recibió más de 29 mil solicitudes de asilo. Sólo en los primeros cinco meses de 2019, esta cifra ya supera las 24.5 mil solicitudes del año anterior, 13 mil solamente de ellos Honduras.

Según el Atlas de la migración, al menos la mitad de los migrantes de los países del norte de Centroamérica provienen de las zonas rurales.

Las masivas migraciones de gente desesperada que hemos visto últimamente son una consecuencia directa de la falta de oportunidades económicas en los territorios rurales y, por consecuencia, de la inseguridad alimentaria, las crisis climáticas y de la erosión del tejido social.

En respuesta a este fenómeno global, en 2018, la Asamblea General de las Naciones Unidas impulsó el Pacto Global Mundial para la Migración con el fin de que ésta sea segura, ordenada y regular. Pero países importantes que lo han impulsado, terminaran por no firmar el documento, que pondría en marcha las políticas acordadas.

Para avanzar en esta transformación en Mesoamérica, la FAO y el gobierno de México han convocado una Reunión de Alto Nivel sobre Migración el 2 y 3 de julio, en Ciudad de México. ¿El objetivo? Discutir un plan de trabajo concreto para el desarrollo de los territorios rurales que son centros de origen de miles de migrantes.

Autoridades de gobierno, académicos, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales debatirán propuestas para apoyar a quienes retornan a sus países de origen, y sobre todo para mitigar las causas sociales, económicas y ambientales que provocan la migración desde los territorios rurales rezagados.

Vigorizar estos territorios requiere inversión pública y privada y la acción directa de las comunidades locales. Para que las personas no tengan que dejar sus lugares de origen se necesitan crear oportunidades de negocio y de empleo, especialmente para los jóvenes. Si queremos que miles de personas no se vean forzadas a formar caravanas para enfrentar desiertos y vadear ríos tormentosos, debemos crear una gestión eficiente de los recursos naturales y promover un mayor acceso de la población a los sistemas de protección social.

En esta reunión de Alto Nivel, los países de Centroamérica trabajarán para revitalizar los territorios rurales y lograr que la migración sea siempre una opción, y no un último recurso.

La FAO propone a los gobiernos de los cuatro países a implementar una estrategia basada en un diagnóstico focalizado para cada territorio, con políticas e instrumentos específicos.

El objetivo es promover la seguridad alimentaria y desarrollo rural, y generar alternativas concretas a la migración. Eso implica necesariamente la participación y apropiación directa de las poblaciones de sus territorios.

En otras palabras: promover el desarrollo local de los territorios rezagados.

Director General de la FAO

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