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No tiene para cuando terminar la emergencia en Chiapas y Oaxaca; va para largo. Sigue temblando. Hasta anoche han ocurrido casi 2 mil réplicas del terremoto ocurrido a la media noche del jueves pasado y el país no ha registrado aún la magnitud de la tragedia, por lo cual la solidaridad histórica de los mexicanos no se ha volcado como en otros desastres.
Hay miedo, angustia y desesperación entre los pobladores de la zona devastada, sobre todo entre los niños que han quedado traumatizados, y la dificultad de las autoridades para llevarles apoyo urgente.
Una semana después, la tragedia del sismo muestra múltiples caras. Primero la muerte de casi cien personas; un centenar de familias de luto; vidas perdidas en un instante.
Al duelo personal, como siempre, debe sumarse la perdida material: dos millones y medio de damnificados, según las primeras estimaciones; en la zona epicentral del terremoto se han censado 50 mil viviendas y edificios derrumbados o afectados en mayor o menor grado. En las zonas devastadas, el escaso patrimonio de miles quedó en escombros.
Al drama de la muerte también sumemos la desesperación de aquellos que no tienen nada y, por lo tanto, necesitan todo; los pobres de los pobres.
En Oaxaca los mayores daños están concentrados en 41 municipios del Istmo, donde hay mil 900 comunidades; en Chiapas; el drama abarca 82 municipios con más de 2 mil 500 comunidades dispersas en la geografía. Es más difícil llevar la ayuda a Chiapas, precisamente por la dispersión de poblaciones, advierte el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Pero la dificultad no sólo es técnica. En medio del drama, hay sospecha…
El problema mayor para los encargados de la ayuda, el rescate y la atención de las víctimas, es la desconfianza en todos los niveles y en todos los sectores. Los damnificados que duermen a la intemperie, a las puertas de lo que fuera su hogar, se aferran a sus casas y no acuden a los refugios por miedo al saqueo y la rapiña. En Juchitán, Oaxaca, por ejemplo, se reportan barricadas populares para impedir robos.
Si bien los mexicanos siempre hemos sido solidarios ante las tragedias, esta vez se ha desatado una campaña inusual que llama a la gente a elegir bien a quién y cómo donar. Experiencias pasadas, en las que se ha destinado ayuda para desastres naturales a campañas políticas o que simplemente no llega a quienes la necesitan, reviven la desconfianza. La sociedad está invadida por la duda de si sus aportaciones económicas y en especie de verdad llegarán a quienes las necesitan. Para muchos no basta con la presencia de las Fuerzas Armadas como garantes del envío y el reparto, y menos con la voluntad de los gobiernos locales.
La sospecha no es gratuita. En un país de políticos torcidos, corruptos y oportunistas, el drama se aprovecha para sacar ganancia entre los escombros; circulan denuncias de abusos, no sólo de dizque servidores públicos, sino también de comerciantes y especuladores que lucran con la desgracia.
“No vamos a permitir el uso político o en la distribución de los recursos. Sería vergonzoso y grotesco, una falta imperdonable. El gobierno federal no habrá de permitirlo”, advierte Osorio Chong.
Por ahora lo urgente es lo importante; atender a los heridos, llevar agua, alimentos y lo esencial que haga falta; hacer un censo de damnificados y pérdidas; invertir miles de millones de pesos en reconstruir.
Pero….
Después del terremoto impredecible vientos electorales huracanados amenazan sumar tragedia a esta tragedia.
EL MONJE SOLIDARIO: La Fundación Carlos Slim, y las empresas Telmex y Telcel, donarán 5 pesos por cada peso que se reciba en donativos, a través del número telefónico: *5566; por mensajes de texto al número: 55666; en depósitos de $100 a $500 transferidos a la cuenta de Banco Inbursa SA, a nombre de Fundación Carlos Slim, número: 11 11 11 11 111, o con CLABE bancaria: 03 61 80 11 11 11 11 11 11. Usted tiene la última palabra.
@JoseCardenas1
josecardenas@mac.com
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