…Y no habléis demasiado pronto, pues la ruleta todavía está girando. Bob Dylan
Los despistados no andaban tan despistados. Enrique Peña Nieto engañó con la verdad —desde agosto— y de paso reinventó la liturgia cumbre del privilegio de mandar.
—¿Cuáles son los cambios visibles?
En estricto orden, la primera novedad fue propiciar la declinación de Miguel Ángel Osorio Chong. Con maña, el gran “dedo” señaló a quien iba a perder, no al ganador; rudeza innecesaria.
La segunda, provocar una renuncia, no un “destape”, si nos atenemos estrictamente a los hechos. Un integrante del gabinete colma el salón López Mateos con sus invitados; el Presidente lo colma de elogios, admite la dimisión y le desea suerte en su proyecto futuro.
La tercera, que debería ser la primera, el hecho inédito de señalar a José Antonio Meade como el primer candidato presidencial priísta no priísta. Peña no eligió a un sucesor, como en los viejos tiempos, sino a un candidato que no tiene cola que le pisen, ni cadáveres en el clóset, con la mueca del que nada debe ni teme, quien habrá de enfrentar una férrea y despiadada competencia electoral, lo cual es serio desafío.
La cuarta novedad es que Peña manda al ex secretario de Hacienda a reunirse con los sectores jurásicos del partido a fin de evitar el bochornoso e irritante espectáculo de tropeles y cargadas tan visibles antaño, vomitadas por la sociedad. Sin embargo, Peña sí ordena a su delfín sentir en la nuca el aliento de la lisonja y el halago de los búfalos cetemistas, cenopistas, campesinos, legisladores, mujeres y jóvenes de hueso colorado, que desesperados lo ven con esperanza, apto para frenar al dueño de Morena, al “Frente” opositor y conseguir tantos votos como pueda entre los de “afuera” y los huérfanos de partido.
Pepe Meade, quien ha vestido dos casacas en la gran pista del circo político —una azul azul, y otra tricolor tricolor— no arranca en primer lugar, aunque una encuesta inmediata, elaborada por Gabinete de Comunicación Estratégica, le dé un 53% de posibilidades de ganar. Sin embargo, el sondeo señala que si hoy fuera la elección el “efectivo” sería López Obrador, por ser el más conocido, con 28.7%, y Meade, segundo, con 23.2%.
El ex secretario de Hacienda sabe que el partido que lo acoge goza de cabal desprestigio; que la victoria no está amarrada, con todo y la maquinaria que hay detrás; que tiene el desafío de lograr el milagro de convencer al elector harto del PRI para que vote otra vez por el mismo partido que lo tiene harto por su incapacidad de contener la corrupción y la violencia, entre tantos problemas persistentes, y al parecer incurables, lo cual han impedido al partido en el poder cumplir la promesa de cambio.
EL MONJE INTRIGANTE: No sería remoto temer que los priístas “rudos” puedan fraguar una rebelión silenciosa contra los “técnicos”, por la forma como se hicieron las cosas y por la traición a la exigencia de pureza sanguínea y abolengo histórico. ¿Por eso primero fue la curación y luego la herida?
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