La memoria es como el mal amigo; cuando más falta hace, te falla.
La amnistía es un recurso jurídico-político de reconciliación tras un estado de beligerancia. El vencedor, magnánimo, se olvida de la adversa condición de los vencidos y borra de su memoria agravios y enconos.
En Colombia, por ejemplo, siete mil guerrilleros de las FARC fueron sujetos de amnistía, lo cual enfureció a las víctimas indirectas (familiares de los muertos o secuestrados en los cincuenta y dos años de aquella casi guerra civil), sin embargo, al haber fondo social, ese paso ayudó a la paz.
En México los guerrilleros de los años 70 y los activistas de varios movimientos sociales también se beneficiaron de una amnistía general.
Pero en el caso actual de una idea peregrina y poco inteligente, Andrés Manuel López Obrador propone una amnistía para delincuentes, narcotraficantes, secuestradores y extorsionadores: “olvido no, perdón sí cuando está de por medio la paz y la tranquilidad de todos”.
—¿Se vale amnistiar a criminales sin causa social?
—¿Se vale pactar con el diablo y perder el alma?
Si ya de por sí existe un altísimo grado de impunidad, una amnistía perpetuaría esa condición. Sería una inmunidad permanente.
Otro problema de la humorada, es la dificultad para identificar a quienes pudieran beneficiarse de tan singular ocurrencia. ¿Quién se presentaría a recoger el certificado de olvido con cuya generosa redacción pudiera vivir el resto de su vida? ¿Y haciendo qué?
Una amnistía mira al pasado, no al futuro. Los narcotraficantes seguirían haciendo eso mismo, después de esa especie de perdón por desvanecimiento.
Un día después del olvido, las cosas seguirían igual, pero sin posibilidades de redención. ¿O acaso los criminales se regenerarían al día siguiente y dejarían de traficar?
Una vez más vemos la fórmula equivocada: para resolver el problema de las adicciones, legalizamos la mariguana; para resolver las infracciones al Código Penal, quitamos el Código Penal… y si nos molesta una piedra en el zapato, tiramos el zapato.
El olvido prolongaría la actividad de la delincuencia organizada y sí, como el secretario de Marina dice, nos daría una definición automática de narco-Estado. Sin Derecho, no puede haber “Estado de Derecho”.
Por eso el rechazo a esta invención repentina del candidato de Morena, ha sido universal.
—¿Cómo perdonar a los criminales que han hecho tanto daño?
Ese es un pensamiento tan ilegítimo, como la presidencia legítima.
—¿Acaso al señor López sufre de amnesia y le importan poco casi 250 mil muertos en 11 años, 50 mil desaparecidos y más de un millón viudas, huérfanos, desplazados y víctimas colaterales de la guerra contra el crimen?
—¿Pretende otorgar amnistía e impunidad a los líderes del narcotráfico negando el proceso de justicia a las víctimas de la delincuencia?
—¿Será qué Andrés Manuel, si no se volvió loco, le falta muy poco?
EL MONJE REINCIDENTE: Otra vez el Mesías Tropical provoca. Otra vez impone agenda. Otra vez consigue los primeros planos y las primeras planas. Otra vez anda con disparates malsanos y la lengua suelta… y otra vez retiembla en su centro la tierra.
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