José Cárdenas

Pan duro…

La nueva doctrina panista no se parece al humanismo político de sus fundadores. Ahora es un partido capaz de cualquier treta por recuperar el poder

15/09/2017 |01:14
Redacción El Universal
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A la capillita le llegó su fiestecita; el PAN cumple mañana 78 años. La fecha no dice mayor cosa a la mayoría de los mexicanos, sí a la comentocracia que observa un enorme socavón abierto en la estructura del partido, de la gente decente.

Diego Fernández de Cevallos advierte que el PAN no tiene derecho a perder el abolengo histórico que tanto lo ha enaltecido en el desafío contra una hegemonía primitiva y a favor de la libertad y la democracia.

Sí, pero…

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“Hoy en el PAN hay fallas, errores, desvíos y conductas que se deben de rectificar para privilegiar la lucha por ideales de civilidad y valores, a favor de la dignidad humana, para evitar que México caiga en manos de caudillos”, remata el célebre abogado.

Inmediatamente la referencia a Ricardo Anaya, obliga. El joven maravilla, prospecto de caudillo, candil de la calle y oscuridad en su casa, a estas alturas parece más líder del Frente Ciudadano por México —es demagógico, incoherente, convenenciero y mercadotécnico llamarlo así, alegan especialistas— que de su propio instituto político. Para Diego lo que hoy está pasando en el PAN lo incomoda, molesta, indigna, pero no sorprende, aunque sí lo indigna; “esta no es la primera confrontación, ni será la última”, advierte.

A estas alturas del partido azul, Ricardo Anaya parece tener el control casi absoluto de los hilos que lo mueven y, paradójicamente, eso lo convierte en factor de división, porque el joven queretano sabe que el poder no se comparte y mucho menos con el ex presidente Felipe Calderón, su adversario de mayor calibre quien anda en pos de la reelección conyugal.

Viejos panistas presumen la historia de esfuerzo y descalabros, los años heroicos en que ser oposición —casi de sacristía— era un verdadero apostolado. Desde su nacimiento —en 1939— el panismo luchó contra la aplanadora del PRI; el PAN fue la primera fuerza opositora realmente organizada del país; logró arrebatar al partido tricolor los primeros municipios, la primera gubernatura y, dos veces, la Presidencia de la República.

Sin embargo, el mayor logro panista ha sido a la vez el mayor golpe.

El acceso al poder primero cimbró y luego cuarteó las estructuras de ese partido. La unidad fue canjeada por ambición, intrigas, “moches” y traiciones.

Vicente Fox demostró que los principios de doctrina no son precisamente necesarios para ganar elecciones. El presidente con botas madrugó a todos, secuestró al partido y cuando los panistas despertaron, Fox había logrado la candidatura triunfadora.

Muy a su estilo, Felipe Calderón repitió la dosis. “El hijo desobediente” brincó trancas, se adueñó del PAN desde adentro y se impuso al poder y voluntad del propio Fox.

Hoy, el pragmatismo salvaje pretende imponerse del mismo modo. Ricardo Anaya se ha ocupado de cooptar los espacios más importantes de su partido, ha utilizado el membrete, la burocracia y las bases para impulsar su proyecto personal, al igual que Calderón; Anaya se ha asegurado la virtual expulsión de sus rivales en una guerra fratricida, imitando, otra vez, a sus maestros, Vicente y Felipe.

A la luz de los hechos, la nueva doctrina panista no se parece al humanismo político que promovieron sus padres fundadores. A 78 años, el PAN se ofrece como un partido pragmático, sin ataduras, capaz de cualquier treta por recuperar el poder. Estos, ya no son los tiempos románticos de estoicismo opositor. Los albiazules han entendido que en la política se juega para recuperar el poder… y no para ser el bueno de la película.


EL MONJE IMITADOR: En México tenemos nuestro propio “juego de tronos”; la disputa por el poder en 2018 suscita cualquier cantidad de frentes chicos, medianos y grandes. El del PAN-PRD y MC avanza en las encuestas aun antes de definir lo sustantivo, el nombre del candidato a la Presidencia. Por ahora el mazacote azul, amarillo y naranja está en la zona de confort; propone un país hermanado, seguro, honesto y próspero, y a eso ni quien le corra, aunque ya no tarde en llegar el día en que afloren los piquetes de ojos, las patadas y las mentadas. Si Ricardo Anaya impone el tamaño del PAN, las migajas amarillas votarán por López Obrador y los panistas afines al binomio Calderón-Zavala se irán con Nuño, Meade, Osorio Chong, Narro, o quien se saque el tigre de la rifa tricolor. El “juego de tronos” apenas comienza…

@JoseCardenas1
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