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De lo perdido, lo que aparezca
En octubre, el PRD renovará su dirigencia nacional. Alejandra Barrales, relevista de Agustín Basave, a su vez relevista de Carlos Navarrete, llega desgastada, pero llega al final de un periodo convulso y arrebatado.
El PRD se achica. A nivel nacional sufre una hemorragia de militantes que por la noche se acuestan amarillos y por la mañana se levantan morenos.
En la capital del país, la hegemonía del bastión perredista se diluye. Hace cinco años Miguel Ángel Mancera arrasó bajo el paraguas del PRD, hoy las encuestas publicadas auguran el ocaso del partido —partido— que lo llevó al poder; lo ubican en cuarto lugar de las preferencias electorales.
El sábado 26 de agosto los perredistas tienen su Consejo Nacional. Los amarillos serán austeros más que nunca porque también en cuestión de dineros vienen tiempos de vacas flacas.
Las cúpulas tribales se preparan para negociar el relevo de Barrales, quien en medio de la crisis defiende un proceso de transformación que no ha estado exento de sobresaltos, toda vez que el PRD, hasta el éxodo de López Obrador, hace casi tres años, fue un partido de caudillos.
Dice Barrales que ahora sobran enemigos quienes ven a los perredistas como lo peor, cuando en realidad el partido se encuentra en una definición interna.
Como sea, ahora sólo hay dos sopas para alimentar el futuro del PRD.
Una, Alternativa Democrática Nacional (ADN), de Héctor Bautista y el sorprendente rockstar mexiquense Juan Zepeda. Otra, la eterna Nueva Izquierda (NI) de Los Chuchos, Ortega y Zambrano, con sus aliados Galileos de Guadalupe Acosta Naranjo y Fernando Belaunzarán.
ADN y NI son dos bloques dispuestos a quedarse con el cascarón del huevo amarillo —como dice Andrés Manuel—, con los restos del naufragio, para que ya purgados de “morenitos” de Troya puedan ir a un Frente Amplio Democrático para reconstruirse y resurgir de las cenizas.
Sin embargo, ambas tribus piensan en dos alianzas diferentes.
Los de ADN quieren un conglomerado de izquierda, puros progresistas nada conservadores; quieren ir con López Obrador, aunque les pegue, aunque los vea como “los de abajo”.
En cambio, Los Chuchos, y sus protuberancias, buscan una alianza con el PAN para negociar un binomio pragmático y poder sobrevivir. Como ellos, los azules tendrían mano en la candidatura presidencial y los amarillos para conservar del poder en chilangolandia.
Total, al PRD le urge un Frente Amplio, sumar y sumarse, con este o con aquel; a estas alturas, la pretensión ya no es ser cabeza de león sino conformarse con ser cola de ratón, azul, o peor, rabo de morenos.
EL MONJE TELEFÓNICO: No sufra ni se acongoje. No le va a costar más caro usar su teléfono celular. Los ministros de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia concedieron un amparo a la empresa Telcel para que a partir de 2018 pueda cobrar a sus competidores por servicios de interconexión —una tarifa que se paga entre operadores; no la paga el usuario final—. En realidad, el amparo a Radio Móvil Dipsa/Tecel es una victoria parcial porque la empresa podrá cobrar una tarifa a los competidores que utilicen su infraestructura a partir del 1 de enero próximo, pero no podrá exigirles un pago retroactivo —calculado en casi 1 mil 50 millones de dólares, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit— por los tres años que esas otras telefónicas utilizaron la capacidad instalada precisamente por Telcel. Diego Fernández de Cevallos, abogado de la empresa encabezada por Carlos Slim, nos dijo que la decisión de los ministros fue ejemplar porque el Congreso no tenía las facultades para fijar tarifas como pretendían los competidores de Telcel. Eso corresponde al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), como organismo autónomo con capacidad para regular al sector de telecomunicaciones y radiodifusión. Además, la Corte no se dejó presionar por ninguna de las partes en conflicto, dice Diego.
@JoseCardenas1 josecardenas@mac.com www.josecardenas.com