Morena, más allá de sus grillas internas que, quién lo diría en una formación dedicada desinteresadamente a servir al pueblo, está decidida a innovar en materia política y democrática. Su método para tomar decisiones es el muy democrático de La Tómbola. El mecanismo no tiene mucho chiste y, según informan fuentes autorizadas, representa la quintaesencia del sistema. En la tómbola no hay distingos ni distinciones. Todos los interesados incluyen su nombre en un bombo que, tras algunas ruedas, decide la suerte de afortunados y desafortunados. No importa para el caso la preparación, el nivel de estudios, la educación. Lo único relevante es el azar. El agraciado por el azar siempre será una buena elección porque el pueblo es bueno y en Morena todos son pueblo. Casi todo es tómbola en un partido en que muchos ya se habían ganado la lotería al recibir el nombramiento de candidato a edil, diputado, alcalde o lo que fuere. Morena innova, renueva, actualiza, reforma, moderniza, aporta. Morena dejaría con el ojo cuadrado al mismísimo Pericles. Morena es faro y luz. No se entiende por qué Yéidcol y Monreal no ponen en el bombo papeletas con su nombre y que decida la suerte.
El sistema, sin embargo, no está hecho para cosas serias. La presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Senadores es una de las bromas que amerita el recurso tombolesco. La secretaría general del partido es de las cosas muy serias que requiere los habituales navajazos. Así pues, Morena propone una nueva manera de entender la democracia: las cosas serias se dirimen de acuerdo a los acostumbrados métodos de guerra sucia y abyecta reyerta, mientras que las de broma mediante el popular melate. Detrás de esta muy inteligente manera de tratar los asuntos se esconde una artimaña que no hace sino enfatizar el temperamento popular de Morena: si la cámara de senadores es también del pueblo, nada mejor que acudir a esa expresión que concentra lo popular: la lotería; si se trata de la secretaría del partido, puesto que es cosa seria, se utiliza el método del dedazo del presidente. Este método es más o menos como sigue: varios candidatos se madrean lindo y bonito, ante la mirada complaciente de Andrés Manuel López Obrador que, finalmente, regocijado ante la madriza de los interesados, resuelve muy formal a quién le corresponde la suerte. Este modo de elección también se asemeja a una tómbola, pero a lo priísta.
Habrá quien muestre su inconformidad con la manera de hacer las cosas. Con seguridad, quienes no salieron agraciados en la rifa, denunciando bolas calientes y frías. Otros habrá, a quienes no les convenza el sorteo apelando a que la cámara de senadores será la cámara alta pero quizás merezca cierta dignidad. Pero en Morena argumentarán que no hay más dignidad que un sorteo popular para repartir suerte y, puesto que la cámara de senadores es una cámara popular, nada mejor que la dignidad de un sorteo para dotar de más dignidad, en caso de que fuera posible, a la cámara. Dado el número de solicitudes para participar en la tómbola, parece que se necesitarán tres o cuatro bombos pues nadie quiere quedarse fuera.
La tómbola, el bombo, el dedo, diferentes maneras de recurrir a la suerte, pero todas expresiones del alma popular. Lo popular es la democracia y su dignidad no reside en lo democrático sino en lo popular.