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En nombre de la participación electoral se emiten un sinfín de afirmaciones dudosas: “si sacamos a los nuestros a votar ganamos la elección”, “en cuanto llegue el voto verde nos recuperamos”, “las encuestas fallaron por el mayor abstencionismo”, etc. En toda elección, la participación electoral/abstencionismo es el chivo expiatorio al que se recurre con frecuencia para explicar por qué las cosas no salieron como se esperaba. En México se habla mucho de participación electoral pero se sabe relativamente poco.
Afortunadamente, a partir de 2003, el IFE/INE ha dado a conocer su estudio censal de participación. Es un estudio poco conocido y, aunque limitado en alcance, es el análisis definitivo para conocer el perfil demográfico de los votantes, incluso a nivel sección. Gracias a él sabemos que consistentemente las mujeres votan más que los hombres. En 2015 51 por ciento de las mujeres acudieron a las urnas y solo 43% de los varones lo hizo. En la elección presidencial de 2012 las mujeres también participaron más (66% vs 58%).
También conocemos cómo varía el abstencionismo dependiendo de la edad. El mayor abstencionismo se da entre jóvenes de 20 a 29 años y quienes menos se abstienen son las personas de 50 a 79 años. Este es un patrón recurrente tanto en México como en otros países donde se observa que quienes votan más son las personas de mayor edad. En la última elección presidencial, por ejemplo, solo uno de cada dos jóvenes (20-29) acudió a las urnas. El panorama es más desolador en elecciones intermedias donde solo vota uno de cada tres.
Dadas estas tendencias que se repiten elección tras elección, ¿a quién le afectará el abstencionismo el 1 de julio? Aunque las preferencias seguramente cambiarán, una primera aproximación la podemos hacer con base en encuestas. Diversos estudios, incluyendo el de EL UNIVERSAL/Buendía & Laredo , muestran que AMLO tiene más simpatías entre hombres que entre mujeres, mientras que a Meade y a Anaya les va ligeramente mejor entre las mujeres que entre los hombres. Dado que las mujeres votan más que los varones, el abstencionismo afectaría más a López Obrador y beneficiaría a sus dos principales rivales. El impacto dependerá de cuán diferentes sean las preferencias por género: si hombres y mujeres se inclinan por López Obrador en la misma proporción entonces el abstencionismo no afecta. Hasta el momento sí hay una brecha de género en el apoyo a AMLO.
La preferencia electoral para Ricardo Anaya varía en función de la edad: le va mucho mejor entre los jóvenes que entre las personas de más edad. En el caso de AMLO y Meade no se observa un claro patrón de preferencias según año de nacimiento. Otra manera de ver los datos es que la competencia más reñida se da entre los jóvenes, mientras que López Obrador tiene mayor ventaja en las personas de 30 a 50 años. En otras palabras, el mayor apoyo a Anaya se da en estos momentos en el grupo que menos vota.
Dado que la brecha de género en participación afecta más a AMLO y las brechas generacionales afectan más a Anaya es probable que los efectos se cancelen. Ello significa que la distancia entre uno y otro no se modificaría sustantivamente por la tasa de participación. Sin embargo, hay otras variables que determinan que la gente acuda o no a las urnas. Quizá la más importante es el nivel educativo de las personas.
Lamentablemente, el INE carece de la información para ofrecernos un perfil de votantes según nivel educativo. Por las encuestas realizadas en México, y en otros países, sabemos que a mayor nivel educativo mayor probabilidad de ir a votar. Si este fuera el caso López Obrador saldría beneficiado dada su amplia ventaja entre los universitarios. Pero también puede argumentarse que esto se contrarresta por estructuras clientelistas de movilización que hay entre los más desfavorecidos, es decir, quienes cuentan con menor educación. De ser el caso estaríamos nuevamente en un escenario donde operan efectos en sentido contrario, cancelando o mitigando el impacto electoral del abstencionismo.