Desde su irrupción en las grandes ligas de la política nacional, López Obrador utilizó un lenguaje coloquial y espontáneo que lo diferenció del resto de la clase política y le permitió construir un perfil de cercanía con la gente. “Soy peje, pero no lagarto”, “la mafia del poder”, “es un compló”, “no lo tiene ni Obama”, “me canso, ganso” y otras frases similares son solo unos ejemplos. Ya como presidente, López Obrador ha enfatizado otros términos —como “fifí” o “Cuarta Transformación”— que ocupan un lugar predominante en la discusión pública. Más aún, son parte central de la narrativa y del marco de referencia (framing) que se busca impulsar desde el gobierno.

Como bien señala George Lakoff, afamado lingüista y científico cognitivo, “todas las palabras se definen en relación a un marco conceptual. Cuando oyes una palabra, ese marco se activa en tu cerebro” (Don’t Think of an Elephant, p. xii). De ahí la importancia de preguntarnos ¿qué asociamos los mexicanos con la palabra fifí?

De entrada, se le asocia con algo negativo. En la más reciente encuesta nacional de Buendía & Laredo (mayo 2019), solo 23% de los mexicanos asoció la palabra fifí con algo positivo, mientras que el 43% lo asoció con algo negativo. Un tercio simplemente no emitió respuesta. Cuando les pedimos a los entrevistados mencionar qué les viene a la mente cuando escuchan la palabra fifí, predominó el desconocimiento: 54% no pudo dar una respuesta. La respuesta más extendida fue “alguien rico” con apenas 7%, seguido de “alguien fino/creído” con 4 por ciento. La fragmentación de las respuestas sugiere que, a pesar de que autoridades, medios y analistas usan el término con frecuencia, la etiqueta de fifí todavía carece de simbolismo político para la mayoría de la población. Solo unos cuantos le dieron a fifí una clara connotación política: corrupción (1%), élite del poder (1%), alguien de derecha (1%), gente que protesta (1%). Como en muchos otros casos, son las personas más educadas quienes leen con mayor claridad el mensaje político detrás de una palabra. En el grupo menos educado, secundaria y primaria, hay mayor dificultad para hacerlo.

Al utilizar la palabra fifí se busca hacer referencia a una persona privilegiada, pero con ella también se evocan las divisiones socioeconómicas existentes. Esto no es nuevo en el discurso de López Obrador. Desde su primera campaña presidencial innovó al hablar en términos de clases sociales y por pronunciarse a favor de los pobres. Es un posicionamiento que nadie le ha podido disputar y su discurso busca apuntalarlo. Su lenguaje refuerza su causa. Al calificar toda crítica a su gobierno como fifí, López Obrador y su administración desean colocarse en las antípodas de fifí, es decir, al lado de los menos privilegiados. De esta manera sigue transmitiendo y reforzando el mensaje de que gobierna para los pobres. Todos los caminos llevan a Roma.

El principal riesgo para la oposición es que tenga éxito la estrategia de calificar toda crítica como fifí. La condenaría a un papel minoritario, de comparsa, mientras que el gobierno lopezobradorista representaría al sector “no fifí”, a la mayoría de la población. Hasta ahora eso no ha pasado ya que la etiqueta de fifí carece de simbolismo político para una gran parte de los ciudadanos. La oposición, sin embargo, se dispara en el pie al usar el lenguaje lopezobradorista. Muchos críticos de AMLO se definen como fifís sin percatarse de que al hacerlo refuerzan su mensaje y visión del mundo. Cuando estás debatiendo con un rival no lo hagas con su propio lenguaje le recomendó Lakoff al Partido Demócrata. La oposición mexicana tiene por delante el reto de proponer un discurso y vocabulario alternativo al de López Obrador. Hasta ahora ni siquiera lo ha intentado.

Twitter: @jblaredo

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