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Una constante en la opinión pública mexicana es el desencanto con los gobernantes, ya sean alcaldes, gobernadores o presidentes de la República. Desde hace años, las encuestas registran que la población mayoritariamente acusa a sus gobernantes de incumplimiento de promesas, de hacer menos de lo que se esperaba. A pesar del recurrente desencanto, los mexicanos esperan una mejoría sustantiva en su nivel de vida con cada cambio de gobierno. La victoria de AMLO muestra con claridad cómo un fenómeno eminentemente político influye en las expectativas económicas.
Gracias a la investigación de Javier Márquez, disponible en Oraculus.mx, podemos observar la evolución de las opiniones sobre la economía que recaba mensualmente el Inegi desde 2001. El Índice de Expectativas Económicas (IEE) de Oraculus.mx incluye indicadores sobre economía personal, familiar y del país, así como previsiones sobre el empleo y la inflación. Es un indicador global de la opinión ciudadana sobre la economía. Al analizar la trayectoria del IEE, se observa claramente que en el último año de cada sexenio las expectativas económicas registran una mejoría. De 2001 a la fecha, los momentos de mayor optimismo económico se dan alrededor del cambio de gobierno.
Las expectativas aumentan cuando se conoce al ganador de la elección, pero destaca que la mejoría en las opiniones se da incluso meses antes del día de los comicios. Al parecer el cambio de gobierno per se propicia una visión más optimista de la economía. El año pasado es ilustrativo: en marzo del 2108, el IEE de Oraculus.mx registraba que 19% de los mexicanos consideraba que la economía estaría mejor en un año, mientras que 40% señalaba que estaría peor (un balance de -21 puntos). Para junio las expectativas optimistas fueron del 26% (balance de -6). En julio de 2018, ya una vez conocido el ganador, el optimismo rebasa por mucho al pesimismo: 36% de los mexicanos piensa que la economía estará mejor en un año y solo 25% opina lo contrario (+11). En el caso de AMLO, además, se observa un bono de toma de posesión ya que los números mejoran nuevamente entre noviembre y diciembre. Ahora, el optimismo se extiende a 42% de la población (+23).
De marzo a diciembre de 2018 la opinión pública mexicana registra un cambio dramático. El balance de opinión pasa de -21 a +23, un enorme salto de 44 puntos. En tan solo 9 meses la población pasó del pesimismo al optimismo económico sin que hubiera un cambio objetivo en las variables fundamentales. En este sentido, los mexicanos no somos excepcionales. Como han señalado Armor y Taylor, “uno de los hallazgos más robustos en la psicología de la predicción es que las predicciones de la gente tienden a estar sesgadas hacia el optimismo”, independientemente de lo que indiquen las variables objetivas o la lógica misma (When Predictions Fail: The Dilemma of Unrealistic Optimism, T. Gilovich et al. Heuristics and Biases).
Explicar el cambio en el sentir ciudadano reflejado en las cifras anteriores amerita una investigación a fondo. Solo quiero hacer algunas observaciones a manera de hipótesis. En primer lugar, a contrapelo de algunos modelos de comportamiento electoral, el optimismo económico no se tradujo en mayor intención de voto por el candidato del partido gobernante, José Antonio Meade. No hay relación entre expectativas económicas y apoyo al candidato oficial. Segundo, dado que la economía tampoco cambió de manera relevante en este periodo, las opiniones parecen estar más relacionadas con la política que con la economía. Pareciera que detrás de las expectativas positivas está la imagen de López Obrador. La intención de voto, y después la aprobación, muestran una tendencia similar a la del IEE. Por último, las opiniones económicas que tienen una clara mejoría son las relacionadas con el futuro. El juicio retrospectivo, si estamos mejor o peor en comparación con el año pasado, se modificó solo marginalmente (en alternancias pasadas no cambió). El cambio de administración y la simpatía con un candidato pueden alimentar el optimismo, pero no alteran la evaluación del pasado.