Javier García-Galiano

Errancias del balón

29/06/2018 |00:52
Redacción El Universal
Pendiente este autorVer perfil

La gente necesita algo de qué hablar”, escribió Janet Lever en La locura por el futbol, “y el futbol ofrece uno de esos intereses comunes”. La conversación puede hallarse asimismo en el origen del futbol cuando se decretó su creación el 20 de octubre de 1863 en la Freemasons Tavern, en la calle Great Queen, en Covent Garden, en Londres. Puede adivinarse que antes de esa noche, ese juego incipiente ya había propiciado conversaciones circunstanciales y desde entonces no ha dejado de incitarlas antes, durante y después de cada partido. Esas conversaciones han derivado en formas varias.

Los comentarios compulsivos que preceden y son consecuencia del juego devinieron un género televisivo que al principio era breve: duraba acaso cinco minutos antes y después de cada partido. Consistía en uno o dos comentaristas sentados en un escritorio que propagaban sus opiniones acerca del encuentro que se transmitía. En los juegos del Atlas recuerdo a Gustavo Armando Calderón sentado en un banco con el escenario de fondo que reproducía a una rubia cervecera, pero la presencia común en esos momentos resultaba la de Fernando Marcos y Jorge Che Ventura. Fernando Marcos que, se sabe, fue jugador, entrenador y árbitro concluía esos comentarios diciendo: “Y me despido, como siempre, con cuatro palabras: ¡Muchas gracias! ¡Buenas tardes!” que se convirtieron en un “editorial en cuatro palabras” que resumía en un juicio el partido recién jugado. Luego de un empate a cero goles entre el Zacatepec y el Atletas Campesinos, por ejemplo, podía sentenciar: “Perdidos en la selva”.

Después, los domingos a las dos de la tarde, en el Canal 2 sobrevenía Round cero, otra brevedad que rememoraba viejas peleas de box.

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

Esos comentarios sucintos se acrecentaron pausadamente hasta convertirse en reiterados programas de televisión que, no pocas veces, duran más que un juego y están hechos de múltiples opinadores que suelen transmigrar de programa en programa y en ocasiones pertenecen a la misma familia, no prescinden de futbolistas retirados y entrenadores desempleados que exhiben su inteligencia ni de cómicos diversos.

Uno de los primeros jugadores que recuerdo como comentarista después de los juegos de los Toros Neza fue Carlos Reinoso. Hablaba parcamente, con cierta timidez, sin la contundencia pródiga que luego ha ensayado. Reinoso, se sabe, es uno de los mediocampistas más finos y admirables que han jugado en México y no ha dejado de ser una presencia en la prensa deportiva y la de espectáculos. Pero también se convirtió en un símbolo del América y en personaje de comic como Firulete. Otro goleador emblemático del América, Enrique Borja, fue el protagonista de otro comic: Borjita.

Los rivales inveterados del América, las Chivas, que antes representaban al Club Deportivo Guadalajara y actualmente juegan en Zapopan como una marca comercial, recrearon asimismo el juego en esa forma de caricatura y storyboard en un “cuento”, como llamábamos a los comics, que creo que se imprimía semanalmente: Chivas, Chivas, ra, ra, ra... Consistía en tramas elementales que convergían en un partido de futbol y en cuyos personajes podía reconocerse a los jugadores de las Chivas. Uno de ellos, por ejemplo, tenía una moneda por cabeza y le decían el Centavo como a Octavio Muciño que fue asesinado de tres balazos en el estacionamiento de un restaurante en Guadalajara.

Como muchas cosas memorables, uno de los partidos más prodigiosos que recuerdo ocurrió en el Chanoc. Me lo descubrió Jorge Gallardo en el Mundial americano de 1994. En él se enfrentaron la selección de Ixtac con los Tiburones Rojos de Veracruz. No puedo precisar el marcador (creo que ganó la selección de Ixtac con un gol obviamente de Chanoc), pero no he olvidado al entrenador y bebedor de “cañabar” Tsekub Baloyán y su sabiduría semejante a la de don Nacho Trelles.

Hacía mucho que había dejado ser niño cuando leí el último de esos “cuentos” que han transformado el futbol en un juego ilustrado: el Sensacional de futbol. Me lo prestó Sotero, uno de los meseros de La Veiga. Se trataba de un pequeño volumen con lomo y refería historias de equipos llaneros. También había Sensacional de luchas y Sensacional de traileros.

En algunos comics ciertos personajes pretenden parecerse a un futbolista, pero han existido futbolistas que se han convertido asimismo en personajes de un género rosa, de amores en principio imposibles, de villanos sugerentes y galanes decentes, de mujeres fatales y soñadoras inocentes: la fotonovela. Don porteros, Nacho Calderón, recordado, sobre todo, por sus patillas y los cuatro goles que le anotó la selección de Italia en los cuartos de final en Toluca en la Copa del Mundo de 1970, y Rafael Puente, que traicionó al Atlante para jugar en el América, fueron también actores de fotonovelas. Lamentablemente no las frecuenté.