Esta colaboración la estamos titulando ¿negocio o deporte? a propósito de todos los acontecimientos deportivos que tuvimos el fin de semana, pero principalmente la pelea entre Canelo Álvarez y GGG, celebrada en Las Vegas, sitio donde se conjugaron varios factores para que fuera un éxito comercial, ya que en esa misma ciudad se presentaron Alejandro Fernández y Luis Miguel.

Obviamente, los casinos tuvieron sus mejores días del mes, la ocupación hotelera se vio incrementada y —de esta forma, directa o indirecta— todo el comercio formal e informal se ve beneficiado de estos eventos, los cuales siempre dejan una derrama económica importante.

La disyuntiva de los analistas, no sólo en el boxeo sino en cualquier actividad deportiva, es saber ubicar primero al deporte o al negocio, que es lo que le da sustento uno al otro. La realidad es que son dos actividades muy cercanas, pero totalmente independientes, pero al mismo tiempo dependen una de la otra. Sin duda, es una circunstancia compleja, pero siendo igual de importantes. Para tratar de ejemplificar estos comentarios, tomaremos varios casos prácticos.

Siempre pongo como un caso especial al Estadio Azteca, un recinto con más de 50 años de existencia; sin duda, una catedral del deporte, pero que —a mi parecer— está desperdiciada. Ahora, ha tomado un poco más de vida con el regreso de Cruz Azul, pero es evidente que no se le saca el provecho económico que se podría, sobre todo en experiencia para el aficionado.

Cualquier persona puede llegar a un partido del América, Cruz Azul o Selección Mexicana y no encontramos ningún otro atractivo, más que el partido como tal.

No genero ideas atractivas para el consumidor, no lo animo a gastar en sus colores favoritos y, entonces, se termina por sólo organizar un partido de futbol y el fan no recibe algo extra. En ocasiones, el “espectáculo” deportivo no es atractivo y ahí termina por desencantar a los fanáticos, quienes son los que se convierten en tomadores de decisión para gastar dinero.

xisten equipos de la NBA, NFL y MLB que en toda su existencia no han ganado un solo título, pero que la experiencia para el fan es más que agradable. Entonces, se vuelve parte de las actividades familiares ir a ver estos deportes, sin importar el resultado.

A veces, al aficionado no le importa pagar poco o mucho por un boleto. Lo que el aficionado puede discutir es el número de beneficios que obtiene por esos boletos y no sólo conformarse con ver un partido de cualquier deporte que al final sea malo y se tenga que ir a casa con ese amargo sabor; por el contrario, el fan puede pagar y quiere pagar. Está dispuesto a gastar en otros servicios, quiere pasarla bien y, si el deporte es de calidad, sin duda será la cereza del pastel.

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