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La emisión del programa La Maroma Estelar, transmitido este domingo por el Once, generó una intensa polémica en redes. Al enfocarnos en el ITAM, no quisimos atacar ni denostar una institución. Hay gente muy valiosa dentro de ella. Pienso, por ejemplo, en Miguel del Castillo Negrete y sus estudios sobre desigualdad, en las clases de género de Marta Lamas, en la inteligencia de Olga Pellicer o en los trabajos sobre violencia de José Merino, por mencionar ejemplos notables.
La idea de hacer un programa sobre el ITAM surgió en conversaciones con algunos de sus alumnos y egresados, críticos frente a la currícula que se imparte y el dogmatismo neoliberal de una parte de su planta académica, especialmente en Economía. Si se tratara simplemente de denostar, no hubiésemos invitado a dos egresados que simpatizan con la 4T y abiertamente señalaron que volverían a estudiar allí.
Hoy que tenemos un gobierno con un número muy reducido de itamitas en altos niveles de la administración, parecía importante abrir una discusión sobre el papel que tuvo esa institución en la que se formó buena parte de los cuadros tecnocráticos del país que gobernaron durante las últimas tres décadas.
Durante la administración de Calderón, por ejemplo, 23% de altos mandos (de subsecretario a presidente) surgieron de esa institución, según un artículo de la Revista Nexos. ¿Por qué no habría de ser un tema de interés público discutir qué tipo de formación recibieron?
¿Por qué no tendría el conductor derecho a abordar ese tema en un medio público de la misma forma que hoy María Amparo Casar, José Antonio Crespo o Macario Schettino ejercen su libertad de expresión para criticar al presidente López Obrador en el Once?
La Maroma Estelar ha buscado abordar una serie de temas sociales y políticos no comúnmente tratados en medios privados. La idea es introducir una serie de asuntos en el debate que no necesariamente interesan a los grandes oligopolios mediáticos.
¿Acaso no es de interés periodístico que una parte importante de los jóvenes del ITAM han recibido un adoctrinamiento económico que por momentos parece adquirir connotaciones religiosas? ¿Que la institución tiene en su interior una suerte de templo al neoliberalismo a juzgar por las figuras a las que rinde homenaje?
¿No tenemos derecho a mostrar cómo algunos de sus alumnos desconocen la realidad de su país y su óptica sobre este difícilmente logra ver más allá de los horizontes mentales del privilegio que les permite a sus familias pagar licenciaturas de entre 700 mil y un millón de pesos?
No deja de sorprender la reacción airada en contra de nuestro programa por parte de la vieja comentocracia y parte del personal de esa institución que quisieran que nadie pudiese tocarlos ni con el pétalo de una crítica.
Llama la atención, especialmente, que los grandes liberales de este país, los que siempre han predicado por la libertad de expresión e información, hoy reaccionen con un llamado a la censura. Quieren ver fuera del aire a La Maroma Estelar y cualquier otra cosa capaz de permitir que se escuche una voz distinta a sus predicamentos.
Les indigna la sátira política hasta el extremo de la histeria. Inmediatamente asocian el humor al ataque e incluso –de forma casi delirante- a la persecución política. Son incapaces de entender que una sociedad políticamente madura es aquella capaz de reírse de sí misma.
Lo curioso es que las pocas parodias que se han hecho en general tienden a mofarse siempre del pobre, del que carece de educación formal, del marginado. Nunca los escuchamos protestar frente a ello hasta que a alguien se le ocurrió mofarse del privilegiado o simplemente evidenciarlo.
Por años en los medios se hizo burla de López Obrador, de su acento sureño y su manera de hablar, como se hizo burla de otros políticos. ¿Dónde está escrito que uno pueda parodiar a los representantes del poder político, pero no a quienes detentan poder mediático o representan el poder económico?
@HernanGomezB