Un mensaje anónimo llegó el viernes pasado a la Fiscalía General del Estado de Jalisco. De acuerdo con el reporte correspondiente, una voz masculina informó “que el día de hoy iban a proceder contra varios elementos de la fiscalía, ya que por medio del Cártel Jalisco Nueva Generación no llegaron a ningún acuerdo, y que el día del hoy desde las 09 iban a proceder”.
El aviso vino demasiado tarde, cuando el infierno ya estaba desatado en la zona metropolitana de Guadalajara. Aquel día, el Cártel Jalisco había lanzado un ataque concertado en contra de varios integrantes de la fiscalía.
La primera alerta llegó hacia las siete de la mañana. Un grupo armado había ido a buscar a una funcionaria hasta su domicilio. La sorprendieron cuando se disponía a llevar a sus hijos a la escuela. El más pequeño de ellos se hallaba en el pórtico de la casa cuando los sicarios comenzaron el ataque.
Se produjeron 50 tiros, procedentes de al menos cuatro armas. Milagrosamente, la funcionaria y sus hijos resultaron ilesos. El marido de esta recibió nueve impactos. Está grave y en terapia intensiva.
El reporte alertó a las unidades, que se dirigieron en masa a la colonia Rinconada del Auditorio. La intención, al parecer, era jalar a la fuerza policiaca hacia otro punto, porque minutos más tarde sobrevino un segundo reporte, generado en el municipio de Tlajomulco, en el otro extremo de la ciudad.
Los tripulantes de dos camionetas, una CRV y una Explorer de modelo atrasado, llegaron al domicilio de un investigador de la fiscalía, en Residencial Jardines del Edén. Gritaron desde afuera, llamaron al agente por su nombre. Cuando él se asomó, comenzaron a tirar. Un niño de nueve años resultó herido. De acuerdo con los testigos, los agresores gritaron: “Sal o entramos y matamos a todos”. El investigador se decidió a salir. Lo aseguraron, lo acercaron a uno de los vehículos y lo privaron de la vida.
Diversas unidades se dirigieron, en medio del tráfico matutino, hacia el nuevo punto. Según una fuente de la Fiscalía, los agentes peinaron las calles aledañas, en donde de manera frecuente se ha reportado la existencia de casas de seguridad.
No se sabe cómo, en una de ellas, los recibieron a tiros. Fue una balacera feroz: un enfrentamiento de más de una hora en el que dos presuntos delincuentes murieron y otros tres fueron detenidos. Se recogieron diez armas cortas y diez armas largas. Hubo cientos de disparos. Los muros del domicilio quedaron totalmente perforados. Dos granadas lanzadas desde el interior quedaron tiradas en la calle, sin estallar. A mitad de ese tiroteo, llegó el reporte de un tercer ataque.
Los sicarios fueron por un investigador que vivía solo. Brincaron los muros de su domicilio. Lo encontraron duchándose. El policía intentó huir, pero no lo logró. Lo asesinaron con un arma larga (su teléfono apareció misteriosamente tirado en la esquina, junto al cadáver de un ciclista, que también falleció de un disparo).
El fiscal, Gerardo Octavio Solís, informó más tarde que varios datos sugerían que los agresores confeccionaron una lista negra de entre diez y 15 funcionarios, “objetivos que no pudieron accionar”.
A las 11:14 de la mañana, oficiales de seguridad pública recibieron el reporte de un vecino, que los llevó a una zona de Tlaquepaque. Ahí encontraron 14 bolsas negras con restos humanos.
Las bolsas no parecían nuevas, estaban “como empolvadas”. En nueve, peritos del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses localizaron restos de ocho cadáveres femeninos, y uno masculino.
Fuentes de la fiscalía aseguran que los cuerpos fueron desenterrados de alguna fosa como parte de la acción concertada: una forma de distraer a las autoridades, mientras los enviados del CJNG perpetraban otro ataque —que al final no se produjo.
Jamás se había vivido un día así en la zona metropolitana: los sicarios de Nemesio Oseguera, El Mencho, jugando al gato y al ratón, para enviar un mensaje al gobierno de Enrique Alfaro.
“Nos está diciendo que va de frente”, informó una fuente de la Fiscalía.
Si va de frente, es aterrador. ¿Y la famosa Guardia Nacional?