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Piras humanas corriendo en la oscuridad. Gritos desgarradores de auxilio. Aullidos de dolor contra un telón de fondo que es como reproducción del infierno: “¡Ayúdenme, güey, me muero!”, “¡Tírate al piso, ruédate, date vuelta!”, “¡Tírenlo en el piso!”, “¡Revuélcate, revuélcate!”, “¡Aaayyyy!”.
Un reporte al 911 alertó de la existencia de una toma clandestina en el ducto de Pemex Tuxpan-Tula, en las cercanías de Tlahuelilpan, Hidalgo, el pasado 18 de enero. Según el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, la Sedena recibió el reporte a las 14:30, aunque “no fue considerada una fuga relevante”.
Una reportera de AM, Joselyn Sánchez, relató que “alguien picó el ducto y empezó a salir un chorro”. Sánchez, autora del primer video de ese día, afirma que cuando se corrió la voz de que el combustible se almacenaba en las zanjas del lugar —un baldío de la comunidad de San Primitivo—, la gente llegó hasta en camionetas, cargada con bidones, cubetas, recipientes… Un testigo diría después que en Tlahuelilpan los pobladores estaban desesperados porque desde hacía días no lograban cargar el tanque de sus autos.
Tlahuelilpan y la gasolina tienen historia. En enero de 2017 el poblado fue sacudido por los disturbios que siguieron a la llegada de los “gasolinazos”. Se registraron saqueos en tiendas de conveniencia, hubo actos de rapiña en diferentes comercios. La gente tomó una gasolinera y se despachó libremente. En la carretera Tula-Tlahuelilpan fueron secuestradas dos pipas. Ahí mismo las vaciaron.
“Tlahuelilpan no es ratero”, declararon los pobladores que intentaron, en vano, detener el saqueo. Pero el pillaje paró solo por unas horas. Durante cinco días hubo disturbios en esta y otras poblaciones.
Hace una semana, a 20 kilómetros de ahí, militares que habían llegado a Santa Ana Ahuehuepan con órdenes de detener la “ordeña” —“una práctica común en la comunidad” según la prensa hidalguense—, se vieron rodeados por un pueblo enardecido. Los militares fueron acusados de disparar sobre dos pobladores, uno de los cuales falleció (perseguían a sospechosos de perforar un ducto). El pueblo los rodeó, los golpeó, les quitó las armas, los amenazó con matarlos. La retención duró cuatro horas. Solo se resolvió cuando uno de los mandos acordó entregar al ministerio público al efectivo acusado de realizar los disparos.
La noticia de que un ciudadano había muerto en un enfrentamiento con el Ejército no fue bien recibida en el gobierno. “No debemos reprimir”, declararía el presidente.
Cinco días más tarde fue “picado” el ducto de San Primitivo. Jocelyn Sánchez narró que al acercarse a las zanjas, los pobladores “empezaron a jugar, a hacer borlote… Brincaban, se reían, echaban relajo. Se mojaban y les parecía gracioso”. El olor era tan fuerte que varias personas comenzaron a vomitar. La reportera vio gente fumar en las proximidades. Alguien declaró que la toma existía desde hacía dos años. Hoy hay 85 muertos.
Resulta difícil establecer una cronología exacta de los hechos. Circulan demasiados datos encontrados sobre la hora en que se reportó la fuga, la llegada del Ejército, el momento de la explosión. Desde luego, nada de esto es casual. Durazo dijo que a las 15:45 ya se aglomeraba la gente. Otra versión (recogida por EL UNIVERSAL) indica que la fuga fue reportada por Pemex a las 16:50 y que 16 minutos más tarde el Ejército se posicionó en el lugar.
La explosión fue registrada a las 18:50 (hay una versión que indica que a las 19:10). En todo caso, el Ejército llevaba en el punto cerca de dos horas. Circulan videos en los que personal de la Sedena y la Policía Federal intentan disuadir a los pobladores: “No vaya a explotar esa madre”, “Hey, señores, aléjense, les va a hacer daño tanto respirar eso”.
En otras imágenes, los pobladores les rompen los vidrios, los faros, les mientan la madre e invitan a los militares: “Bájate, perro, aquí nos rompemos la madre”.
El gobierno federal declaró que los militares se replegaron “para evitar un enfrentamiento con la población”. ¿Quiere decir que el Ejército no está preparado para encontrar otra salida?
Información de EL UNIVERSAL indica que Pemex cerró las válvulas hacia las 18:50: es decir, cuatro horas después del inicio del fuga, dos horas después de la llegada de los militares, al momento mismo en que fue registrada la explosión. Las válvulas en el ducto, según funcionarios de Pemex, están colocadas a 20 kilómetros una de otra. ¿Por qué la dilación? ¿Qué respuesta tiene Pemex?
En la primera tragedia ocurrida en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hay demasiadas dudas, demasiados vacíos, demasiados interesados en lavarse las manos —y en culpar o en exculpar a otros: Poncio Pilatos en Tlahuelilpan.
Los datos disponibles indican, sin embargo, que como en la comedia de Lope hubo varios culpables: a la manera clásica, fue Fuenteovejuna quien mató al comendador.